Costello al gobierno, Zanchetta al poder

Después de las siete plagas de Egipto, lo que le sigue en calamidades es Orán. Pero no la bella ciudad mediterránea, fundada por los moros de Andalucía en los dominios bereberes, sino la más agreste y polvorienta capital no oficial del trópico salteño.

Allí donde hasta algunos años atrás residía la potencia productiva de la Provincia de Salta, el gobierno provincial ha claudicado frente a los problemas. Frente a todos los conocidos: los medioambientales, los sanitarios, los sociales y los de seguridad.

Cada vez que Orán se enfrenta a su trágico sino, el gobierno de Urtubey esconde la cabeza debajo de la tierra y deja que las cosas las resuelvan la naturaleza -que para eso es «sabia»- o el obispo del lugar, que a estas alturas ya tiene mucho más mérito político que espiritual.

Tras casi ochenta días de huelga, de tensión social y -en algunos casos- de violencia desembozada, el Ingenio San Martín del Tabacal ha llegado a un acuerdo con sus trabajadores, representados por el correoso Sindicato del Azúcar.

El acuerdo no se fraguó en la mesa de camping que llevaron hasta el lugar los funcionarios de Urtubey, pensando que con un par de pases mágicos y mucha retórica jurídica iban a poder zanjar un conflicto en el que solo han faltado los muertos.

La alarmante torpeza del gobierno ha vuelto a colocar la pelota sobre el tejado del obispo Zanchetta, quien ni lerdo ni perezoso prestó la sede episcopal para que sirviera de escenario para las tensas negociaciones entre quienes, según las encíclicas, deberían entenderse a la perfección.

Al final, las partes se abrazaron con lágrimas en los ojos en un salón en el que, a falta del retrato (ya un poco rancio) del gobernador Urtubey, había uno (más fresco) del papa Francisco. La escenografía también imprime carácter.

El propio prelado se puso al frente del asunto, no sin antes comprobar que los funcionarios de Urtubey estaban más interesados en beber cerveza boliviana y largarse cuanto antes de Orán que por solucionar el conflicto.

Fue el propio Zanchetta (y no el gobierno) el que anunció la fumata blanca, quizá como experiencia previa para un futuro desempeño como cardenal protodiácono desde el balcón central de la Basílica de San Pedro. Todo es posible.

Como sucede en los conflictos de esta naturaleza, las partes pueden considerarse, al mismo tiempo, vencedores y vencidos. Pero de lo que no cabe duda es de quien peor parado ha salido de la refriega ha sido el Ministro de Trabajo provincial; y el que mejor, el obispo de Orán, Gustavo Zanchetta.

El resultado del partido conduce a preguntarse si no es hora ya de que Zanchetta dé un paso al frente y con su habilidad negociadora innata, sus modales de sibarita y esa autoridad que ya demostró cuando se enfrentó a los gendarmes en un control de ruta, encabece una candidatura de alto vuelo.

No sería impensable, porque a menos que Cargnello se opusiera (como lo hizo con el cura Crespo, un presbítero de bastante menos graduación), el puesto de Zanchetta como pastor de la grey oranense estaría perfectamente cubierto por el actual Intendente, que se pasa más horas en la iglesia, comulgando, que en su despacho.

Si Urtubey no se da prisa, el próximo gobernador de Salta no será un «hermano» de la misma sangre y de la misma lucha sino un «hermano» en Cristo y uno que -según se ha demostrado- sabe hacer las cosas mucho mejor que él y que sus funcionarios.