
Esta es la parte más o menos presentable de la información.
La más infame, dice así: «A través de estas acciones se busca incentivar en los alumnos el compromiso con la comunidad, el desarrollo de valores solidarios, el respeto y la no discriminación hacia las personas con discapacidad».
Lo que se busca, de verdad, es mano de obra de gratuita (primero) y poder seguir regalando sillas de ruedas de segunda mano a nuestros discapacitados pobres (después).
Una silla de ruedas nueva, sin características ni prestaciones especiales, cuesta entre los 1.500 y los 2.000 pesos. Treinta sillas de ruedas, por tanto, pueden llegar a costar (si se las compra todas juntas y a un mismo fabricante) unos 50.000 pesos.
Es decir, que solo con el 1% del dinero que el gobierno de Urtubey gastó en el partido de rugby entre Los Pumas y los Springboks, tendríamos 30 sillas de ruedas nuevas, no tendríamos necesidad de explotar a los jóvenes estudiantes de las escuelas técnicas y podríamos proporcionar un aparato nuevo, limpio y digno a las personas con discapacidad que lo necesitan para moverse.
Con todo el dinero tirado por el resumidero se podrían haber comprado 3.000 sillas de ruedas nuevas o reequipados por lo menos cinco talleres de nuestras escuelas técnicas.
Pero para Urtubey, primero el rugby. No en vano alguna vez dijo que este deporte es en Salta un mecanismo de «ascenso social». Mucha gente en Salta -personas impedidas de andar, pobres en su mayoría- solo aspira a poder desplazarse por la calle sin tener que arrastrarse.