El Chuker 'jumbo' de Chucky

mt_nothumb
¡Paren las rotativas! El Ministro de Gobierno de una provincia orgullosamente azucarera como Salta, consume edulcorantes. La producción regional y cientos de puestos de trabajo están en peligro.

Aunque la revelación no provoque una rebelión de masas en las filas zafreras, sí podría dar lugar a un estudio científico sobre los efectos nocivos que para la salud tiene el consumo exagerado del ciclamato de sodio, la sacarina y el aspartamo.

Si se observa con cuidado la foto en la que aparece el ministro Juan Pablo Rodríguez despachando con dos clientes que se han acercado a su oficina a pedirle asesoramiento para constituir una fundación, se podrá ver, junto a su coqueto yerbero, su no menos elegante mate y su estupendo termo, un gigantesco pomo de color blanco y naranja, que puede confundir al visitante, pues parece un bote de detergente para platos, pero que no es nada más que el endulzante con que el funcionario atempera el amargor de la yerba.

Antiguamente, los guapos tomaban el mate hirviendo y sin endulzantes de ninguna naturaleza. Si acaso, algún sibarita le echaba un par de hojitas de sen sen. Pero, como lo demuestra el ministro salteño, los guapos ya no son tan guapos como antes ni los mates amargos son lo que supieron ser cuando no existía la stevia boliviana falsificada. Todo, desde que la costumbre matífera ha dado el salto de los ranchos a los despachos oficiales.

Teniendo en cuenta de que en la mayoría de los casos bastan con dos o tres gotitas del transparente líquido para endulzar un buen mate, un envase de semejante tamaño (similar al del termo) puede durar mucho más que lo que dura el mandato de un Gobernador. De modo que Rodríguez lo que quiere demostrar con ese tremendo recipiente es que tiene pensado ocupar el cargo todo el tiempo que le venga en gana.

Más que para el gobierno, ese tamaño de envase es para un experimento futurista de la escala de Biosphere III.

Los ciudadanos pensamos, con razón, que el día que se acabe el Chuker (que se antoja lejano) nos podemos quedar sin Chucky.

Lo cual, si ocurriera, sería una gran pena, principalmente para esas fundaciones en ciernes, que se quedarían huérfanas de conocimientos jurídicos. ¿Quién asesoraría a los médicos en cuestiones bioéticas? ¿Quién enviaría proyectos de declaración a los diputados? ¿Quién se encargaría de seducir a los intendentes despistados? ¿Quién a fuerza de pauta disciplinaría a los colegas hambrientos de gloria? ¿Quién aplaudiría las obviedades sanateras de Urtubey?

El día que se acabe el elixir, resurgirán los cañaverales, pero el aburrimiento político será mortal.