La Policía de Salta regala elementos deportivos a 'redes vecinales' en Orán

A diferencia de lo que sucede con la inmensa mayoría de policías del mundo civilizado, la Policía de Salta tiene reconocida por ley la facultad de «desarrollar actividades comunitarias», que le permitan crear espacios para la prevención de conductas antisociales.

Dentro de esta amplísima previsión legal cabe prácticamente todo tipo de actuación, que van desde la creación y mantenimiento de los cuerpos infantiles de policía (en abierta violación a las normas internacionales que consagran y protegen los derechos de los niños), las visitas de los jardines de infantes al museo policial y las frecuentes intervenciones en la vida social a título de garantes y cancerberos de la moralidad y de las buenas costumbres, así como de preventores de los escándalos públicos, como el amamantamiento de niños pequeños por sus madres en las calles.

Para desplegar toda esta estrategia de activa intervención «comunitaria», la Policía de Salta cuenta con una dependencia específica: La Dirección de Relaciones con la Comunidad, que está a cargo de un funcionario llamado Diego Figallo.

El mencionado funcionario concretó ayer en la ciudad de Orán la entrega de elementos deportivos a redes vecinales, con el objetivo -dice la información oficial- de «contribuir con los espacios de contención».

Es decir, que la misión de esta policía comunitaria es la de convertir a ciertas y determinadas organizaciones libres de la sociedad civil en una especie de pre-policía, capaces de difundir los valores sobre los que está estructurada la fuerza y que generalmente están vinculados con Dios, el deporte y el combate a Satanás, en todas sus formas.

Esta vez, los seleccionados por el señor Figallo para recibir el favor policial ha sido una red vecinal de la ciudad de Orán llamada Valorando Valores (que no tiene nada que ver con Grandes Valores del Tango).

La magnanimidad del señor Figallo -que no ha explicado, por supuesto, en base a qué criterios objetivos ha beneficiado a esta organización y dejado de lado a otras- se enmarca en un «programa» de seguridad ciudadana denominado «Forjando Vínculos».

Pero como no solo de camisetas, botines y pelotas vive el hombre, la Dirección de Relaciones con la Comunidad ha agasajado a la red vecinal Valorando Valores con la realización de un un taller sobre técnicas y estrategias de animación y dinámicas.

Dice la Policía que este taller tiene por objeto «desarrollar la iniciativa de prevención y contención, procurando el bienestar e integración de la comunidad».

Es obvio o muy obvio, que quien debe prevenir el delito es la Policía y no las organizaciones vecinales, que carecen de poder de imperio. Trasladarles esta responsabilidad es convertirlos en agentes encubiertos de la autoridad. Y si así fuera, los oranenses, más que confiar en sus redes vecinales, deberían verlas con bastante recelo.

Una conformación plural pero no espontánea

Según la información oficial de la Policía, la red vecinal está constituida por «operadores de la Policía Comunitaria» (sic), referentes de la UNSa, los Boy Scouts, las iglesias católica y evangélica, la Secretaria de la Niñez y Familia, clubes deportivos, centros vecinales y otros organismos.

Y según la misma información, no se trata de una red vecinal espontánea y autónoma, creada por iniciativa de los propios vecinos, sino que su conformación «responde al trabajo que realiza el Gabinete Preventivo de Seguridad para acompañar a los operadores comunitarios de las dependencias policiales en su rol social».

Como se puede advertir, entre el discurso «comunitario» de la Policía y el de la Iglesia hay solo pequeñas diferencias de matices.