
Lo cierto y que verdad es que el gobierno venderá estos artefactos a un mercado cautivo, formado por aquellos consumidores que, o bien no pueden acceder al gas natural, o que disponiendo de una instalación idónea no puedan pagar la factura del fluido.
Lo peor de todo es que el comprador (el consumidor que sufre pobreza o crisis energética) deberá pagar lo que cuesta un anafe (unos 800 pesos) en cuotas que son facturadas junto con la boleta de la luz, lo que hace virtualmente imposible dejar de pagar el aparato.
Dice el gobierno, con la acostumbrada poca vergüenza, que en una primera etapa «entregará» (esto es, venderá) unos tres mil aparatos, «con especial prioridad para los vecinos de los municipios del interior y los barrios capitalinos que no tienen red de gas natural». Y añade que su meta es llegar hasta los 5000 anafes «entregados» (vendidos) hasta fin de año.
Felizmente, no se trata de una venta compulsiva, pues el consumidor/usuario con dos dedos de frente puede negarse a suscribir el plan y evitar así que el gobierno lleve a cabo un negocio en su nombre.
El gobierno dice también que hasta el momento ya ha «entregado» (vendido) unos diez mil anafes, lo que da una idea de la magnitud del negocio, solo si se tiene en cuenta que el gobierno ha facturado por ellos una cantidad cercana a los ocho millones de pesos (algo así como medio millón de euros) que, por supuesto, no han servido para paliar en lo más mínimo la pobreza energética en la que están sumidos cientos de miles de salteños.
Nadie -y menos el responsable de la gestión de este plan, señor Horacio Sansone- ha tenido en cuenta el elevado consumo de electricidad de estos aparatos, que ocupan la escala más baja de la clasificación internacional de eficiencia energética. Con una potencia generalmente superior a los 2000 vatios, estas pequeñas cocinas que parecen de juguete pueden convertirse en un peligro mayúsculo en aquellas viviendas que no poseen una instalación eléctrica adecuada, como es el caso de la mayoría que existen en los municipios del interior y en los barrios periféricos de la ciudad de Salta.