Urtubey, gobernador elegido por voto de papel en dos elecciones ilegítimas

Según Juan Manuel Urtubey, el voto electrónico «legitima las instituciones».

No es necesario darle vuelta al argumento para concluir que, según la peculiar visión del Gobernador de Salta, aquellas instituciones que no han surgido del voto electrónico, son formal y sustancialmente ilegítimas.

Lo ha dicho él mismo anoche, cuando al intentar defender la superioridad política y moral del voto electrónico, ha expresado lo siguiente: «Uno de los temas preocupantes en la sociedad es cómo las instituciones de diversos órdenes han ido perdiendo legitimidad, erosionándose».

Si la cura universal para el deterioro institucional es el voto electrónico, la Provincia de Salta debería ser en estos momentos un vergel de libertades y de bienestar, con instituciones sólidas y eficientes, con unas cuentas públicas saneadas y una administración ordenada. Pero cualquiera que pise la calle con cierta regularidad puede darse cuenta de que en Salta -a pesar del poder beatífico del voto electrónico y del obsesivo marketing gubernamental- la situación es la de un creciente deterioro institucional.

Pero lo más preocupante de este enfoque es que da por supuesto que todo aquello surgido del denostado voto de papel es, por definición, ilegítimo. Aunque dentro de esta categoría quepan las dos elecciones (2007 y 2011) en las que Urtubey resultó electo Gobernador de Salta, más las otras en las que fue electo legislador provincial y luego nacional, y las de 2013 en la que su hermano Rodolfo fue electo senador nacional.

En el arbitrario cono de sombra de la ilegitimidad se apiñan veintidós colegas del Gobernador, más el propio Presidente de la Nación, cuya alta investidura -en palabras de Urtubey- «ha ido perdiendo legitimidad, erosionándose». Todos ellos mandan sin derecho a mandar, según la forma que Urtubey tiene de ver las cosas.

A estas alturas, no sorprende que Urtubey utilice de forma imprecisa los conceptos políticos fundamentales. No lo hace porque no sepa de lo que habla, aunque a estas alturas la solidez de sus conocimientos es bastante dudosa. Lo seguro es que, en su crecida soberbia, el Gobernador se enreda en las palabras de gusto, de puro ególatra, porque se cree (o alguien hace que se crea) el inventor/descubridor de nuevas categorías teóricas.

Pero éstas no solo han sido inventadas ya hace siglos sino que han sido también minuciosamente exploradas y precisadas por la teoría política. El Gobernador quizá haya oído hablar alguna vez de Max Weber.

El voto electrónico tiene que ver con la legitimidad política lo mismo que el cuchillo del carnicero tiene que ver con la felicidad de la vaca. Si la legitimidad es lo que define la cualidad de ser conforme a un mandato legal, da igual que el mandato se confiera por el voto de papel, por señas de luces, por escritura notarial o utilizando un tronco.

En el plano de los hechos concretos, el voto electrónico no ha hecho que la legitimidad de los gobiernos (y de las otras autoridades que han surgido de su utilización) sea menos contestada. El milagro no se ha producido. Más bien ha sucedido todo lo contrario. Y Salta es un buen ejemplo del fracaso del intento de poner la forma por delante de la sustancia.

Lo que de ningún modo se puede permitir es que por un apetito comercial (que no necesita ya ser teorizado, desde la firma del infeliz acuerdo con San Lorenzo de Almagro) un alto responsable político esparza sombras de sospecha sobre la legitimidad de las instituciones que nos rigen, colocándose él mismo a salvo de cualquier suspicacia. No solo es una torpeza y una mezquindad; es una clara descalificación a los ciudadanos que confían en su sistema de voto.

La creencia de que el próximo presidente de San Lorenzo de Almagro será más legítimo que los anteriores, por el solo hecho de utilizarse el voto electrónico en su elección, es falsa. Si, como ha dicho el presidente Lemmens, su aspiración es que el próximo presidente sea electo por el mismo sistema con que se elijen las autoridades políticas, habría que preguntarse entonces ¿cómo fueron electos los anteriores presidentes de San Lorenzo?

La respuesta es clarísima: con el mismo voto de papel que los ciudadanos argentinos utilizan mayoritariamente para elegir a su Presidente, a sus congresistas y a sus gobernadores. O sea que, antes de Lemmens, ya San Lorenzo estaba en el lugar a donde Lemmens quiere llevarlo.

El papel de Urtubey, como vendedor de juguetes electrónicos, es, pues, tristísimo.