Salta no ha 'tomado' un crédito

Los créditos no son como el vino; es decir, no se «toman».

Por lo general se «piden» y, cuando son otorgados, quien los ha pedido «contrae» una deuda o, lo que es casi lo mismo, una obligación de pagar, en un plazo determinado, una cierta cantidad de dinero.

Decir que la Provincia de Salta ha «tomado» un crédito es una perversión calculada del lenguaje, por cuanto el uso de esta expresión solo pretende dar dar a entender que los créditos son cosas que están en el aire, objetos que flotan en el horizonte y que están a disposición del que quiera tomarlos o dejarlos.

Y esto no es verdad, porque quien pide un crédito es porque lo necesita y no porque el dinero esté vagando en la estratosfera a la espera de que alguien lo recoja.

Pedir un crédito es una forma de admitir la debilidad financiera (estructural o coyuntural) de una persona, una empresa o una institución. Y es eso lo que precisamente no quiere hacer el gobierno de Salta: reconocer que ha pedido dinero prestado, a causa de las dificultades por la que atraviesa la caja.

Sería escandaloso que lo hiciera, sobre todo en el mismo momento en que el Gobernador de la Provincia se pasea por todos los canales de televisión recomendando recetas económicas y hablando maravillas del rigor y la eficacia de su administración de los recursos públicos.

El pésimo estado de las cuentas de la Provincia de Salta no es un dato de la realidad sin consecuencias económicas inmediatas. Porque si para que la Provincia deba clamar por la ayuda financiera de los mercados internacionales, es necesario además que los gobernantes se bajen los pantalones frente a sus acreedores y se comprometan a pagarles una tasa inusualmente alta, es que la situación financiera que se quiere ocultar es mucho más grave de lo que se supone.