La Municipalidad de Salta corta el pasto... y ahora también el pelo de los niños

A medida que avanza en su desarrollo, el programa "La Municipalidad en mi barrio" va dando nuevas sorpresas a los ya de por sí sorprendidos vecinos de la ciudad de Salta.

La burocracia itinerante, expulsada de la comodidad de los despachos por una sabia decisión del Intendente, está abriendo para la Municipalidad nuevas e inexploradas áreas de intervención en la vida ciudadana.

Uno de los ejemplos más notables de este nuevo enfoque en políticas públicas es el de los espectáculos callejeros, que sábado tras sábado producen en las aburridas esquinas barriales un estallido de «luz, color y alegría», a la altura del mejor carnaval, y que, a falta de mejores noticias y de servicios más eficientes, se convierte en un poderoso gancho para atraer a los ciudadanos a la Municipalidad como se atrae a los cascarudos con un reflector.

Desde hace tiempo que en las altas esferas políticas de la ciudad cabalga la idea de que la Municipalidad ha dejado de ser un simple prestador de «alumbrado, barrido y limpieza». Ahora, los servicios municipales, como son itinerantes, incluyen determinados beneficios que son imposibles de proporcionar con instalaciones fijas, como la venta de pescado al por menor, la venta de frutas y hortalizas (la competencia gubernamental a los carros fruteros), las consultas odontológicas a pie de calle y hasta un consultorio sentimental in situ, que -según dicen- se encuentra a cargo del propio Intendente de la ciudad.

Pero sin dudas lo más llamativo de todo es la incorporación de los servicios de peluquería infantil, una parcela hasta ahora inexplorada del precario Estado del Bienestar salteño.

Si bien no hay información oficial al respecto, estamos en condiciones de afirmar que es falsa la noticia de que los peluqueros infantiles municipales son los mismos que cortan el yuyo cubano, los churquis y los camalotes en baldíos y cementerios de la capital. Más falso aún es que en el corte de pelo de nuestras más quiscudas cabecitas de barrio se empleen bordeadoras y aparejos de jardinería, como en las platabandas de la Entre Ríos.

En verdad, se trata de una idea magnífica, porque no en todos los barrios hay peluqueros con título habilitante y qué mejor que sea el Estado el que acerque los peines y las tijeras a los lugares a donde no llega el mercado.

Con la mejor intención de aportar ideas a este nuevo enfoque de la política municipal de cercanía, convendría pensar en llevar el próximo sábado al barrio que toque, un afilador de cuchillos municipal, un zapatero remendón municipal, una costurera municipal (para reparaciones menores o, incluso, vestidos de boda) y un vendedor municipal de picolés.

Es decir, acabemos con la idea de una Municipalidad encerrada en sí misma, que solo cobra impuestos; que se dedica a pensar en faraónicas obras y que sanciona impracticables ordenanzas de derecho divino. Comencemos por lo más elemental, que es darle a los barrios una apariencia humana, aunque para ello haya que sustituir a los seres humanos por humanoides, como los funcionarios municipales.