Los selectivos 'olvidos' del social networking de Urtubey

El Gobernador de Salta ya era un asiduo de las redes sociales cuando a la televisión nacional se le ocurrió fijarse en él como protagonista del nuevo culebrón romántico nacional. Incluso, lo era antes de aparecer en los papeles filtrados por Wikileaks.

Desde que Urtubey ocupa más centímetros en los diarios nacionales y minutos en las principales radios y canales de televisión, a nadie le ha pasado desapercibido el hecho de que el Gobernador salteño ejerce más de estrella del mundo rosa y como reina indiscutida de la frivolidad, que de político portador y transmisor de ideas.

Pero como las redes sociales no son tan casquivanas y demandan algo de contenido mental (no solo de botitas de gamuza, de camperas de pluma de pato virgen y de vaqueros pitillo se habla en Facebook, Twitter o Instagram), al Gobernador le ha entrado el apuro por celebrar a personas, fechas y sucesos, con una prolijidad que no solo es digna de encomio, sino también, por lo menos, sospechosa de calendario en la nube.

Entre sus aciertos -que son contados con la uña de media mano- se cuentan el recuerdo oportuno a Juana Azurduy, la coronela olvidada en el día oficial de su recordatorio por políticos tan superficiales como Urtubey. O el reciente post que recuerda con un dolor conmovedor el sangriento atentado contra la AMIA, ocurrido en julio de 1994.

Pero sus meteduras de pata son más abundantes y sonoras.

Muchos se han preguntado, por ejemplo, por qué Urtubey ha dicho que después de 22 años de cometido el crimen «solo quedan dolor y preguntas»; y por qué emplea la primera persona del plural al escribir la conmovedora frase «todos necesitamos saber lo que pasó, sin mentiras ni engaños», cuando a pocas cuadras de su casa tiene durmiendo en un colchón deficiente a un empobrecido y envejecido Jean-Michel Bouvier, que lleva años haciéndose las mismas preguntas, sin que Urtubey se sienta concernido por su dolor, y sin que experimente -en primera persona, del singular o del plural- una necesidad «aberrante» de saber todo lo que pasó con Cassandre Bouvier y Houria Moumni, «sin mentiras ni engaños».

¿Acaso el dolor no es el mismo? O es que el alma de los muertos en la AMIA presenta diferencias ontológicas y estructurales con el alma de las infortunadas turistas francesas.

Solo faltaría ya que Urtubey apoye la reapertura de la investigación del atentado antisemita, como lo piden los deudos de la AMIA, y que al mismo tiempo festeje con alivio el eventual archivo definitivo de la investigación del crimen de San Lorenzo, que está al caer. Si algo de eso llegara a ocurrir, al Gobernador de Salta le resultaría muy difícil que en Francia, y en el mundo civilizado en general, no se lo comparara con aquellos gobernantes que callan frente a las atrocidades que viene cometiendo en aquel país el llamado Estado Islámico.

Al guardar silencio sobre estas muertes, Urtubey ha dejado más o menos claro que le importa más lanzar piropos al diario El Tribuno, al que hasta hace poco consideraba como una especie de aguantadero de la mafia y diabólica sucursal del narcotráfico; o congraciarse con el Chaqueño Palavecino (al que puede deberle algunos favores no precisamente pequeños); con las empanaderas de Salta, o con el club Estudiantes de La Plata.

Pero así como se ha olvidado de las turistas francesas, también se ha olvidado de Manuel J. Castilla, el poeta salteño que murió hoy hace 36 años, y que hizo más por la cultura de nuestra Provincia (por «lo nuestro», como acostumbra decir Urtubey), que todas las empanaderas y el Chaqueño Palavecino, juntos.

Ni qué decir del olvido en que ha dejado a su admirado Nelson Mandela, de quien no dijo una sola palabra en el día internacional instituido por la ONU (18 de julio) para exaltar la figura de este insigne político sudafricano.