El llanto por el gas, esa otra llama eterna de la independencia

Los argentinos hemos vivido durante muchos años subyugados por el discurso de la superabundancia de nuestros recursos naturales. Tanto, que cuando estos recursos comenzaron a escasear -sea por el declive de la producción, sea por errores en la gestión pública de los mismos- en vez de decirnos la verdad, alguien se encargó de hacernos creer que seguíamos siendo productores inagotables de trigo, de carne y de energía.

No había muchas formas de sostener el engaño, más que recurrir a la importación y a los subsidios directos a los productores. Otra fórmula difícilmente hubiera funcionado.

El objetivo era que no nos diéramos cuenta de que nos faltaba lo más elemental y para ello nada mejor que intervenir en el mercado y bajar los precios. Hasta el menos leído se da cuenta de que ésa es la única forma que tiene la economía de reaccionar frente a la abundancia de la oferta de un bien cualquiera.

Para volver a la realidad (aun a una realidad parcial y no demasiado transparente) hacía falta pagar un precio y alguien debía pagarlo.

Comenzó por hacerlo el gobierno nacional que se dispuso a asumir los costes de una operación altamente impopular. Tal vez lo hizo porque otro remedio no le quedaba, pero aun con sus errores, que por otra parte son muy visibles, no se puede decir que no haya sido valiente.

Luego, los consumidores debían hacer su parte; es decir, asumir que el bajo precio del gas estaba provocando un abuso en el consumo y desalentando al mismo tiempo las inversiones necesarias en edificios y viviendas para hacerlos energéticamente eficientes. ¿Para qué gastar en ingeniería de puertas, ventanas y techos, si es más barato colocar una estufa?

Las viviendas en Salta carecen de los aislamientos necesarios y son altamente ineficientes desde el punto de vista energético. Lo confirma el hecho de que con temperaturas exteriores medias de 14 grados centígrados y mínimas absolutas en torno a 1 grado bajo cero, un departamento pequeño en el que vive una sola persona consume casi 350 metros cúbicos de gas (o unos 3915,37 kwh).

En condiciones de aislamiento normal y con un cierto cuidado en el consumo, a iguales valores de temperatura exterior, la misma vivienda no debería consumir más de 90 metros cúbicos o unos 1000 kwh. Es decir, que la factura de gas bimestral, con los impuestos incluidos, podría ascender a unos 525 pesos.

¿El gas más caro del mundo o la mentira más descarada del mundo?

Que después del último aumento, en Salta se paga el gas más caro del mundo es falso.

Si, como dice una publicación reciente del diario El Tribuno, el metro cúbico de gas para usuarios residenciales ha pasado de costar (antes de impuestos) 1,81 pesos a 4,65 pesos, el aumento acordado por el gobierno para estos consumidores ha sido del 157% y no del 2900%, como han publicado algunos irresponsables.

Lo que han hecho estos insatisfechos es comparar el precio final de la factura de abril (consumo de dos meses de verano) con el precio final de la factura de junio (consumo de dos meses de otoño/invierno). La comparación es improcedente, por cuanto el consumo de gas en verano desciende de forma notable. Lo que se debe comparar en cualquier caso es la variación del precio unitario del metro cúbico de gas entre ambos periodos de facturación.

El precio del gas residencial ya aumentado en Salta (4,65 $) equivale a 0,27 euros, que es aproximadamente la mitad de lo que cuesta el gas a los consumidores domésticos en los países más importantes de Europa, antes de impuestos.

Según un reciente estudio de Metrogas, en el que se compara el precio de gas residencial en 22 países a valores de 2015, el metro cúbico de gas cuesta en promedio 0,79 euros (13,43 pesos argentinos), incluidos los impuestos. El mismo estudio indica que en países como Brasil, Uruguay, Australia y Japón, el metro cúbico se cobra por encima de los 1,22 euros o 20,74 pesos argentinos; es decir, casi cinco veces más de lo que cuesta el gas en Salta después del último aumento dispuesto por el gobierno.

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En España

Solo para poner algunos ejemplos, en algunas zonas de Madrid, el precio del metro cúbico de gas residencial es de 0,46 euros. A esta cantidad se le debe sumar un impuesto especial del gas que grava cada kilovatio hora consumido con 0,00234 euros. Y a la suma del gas más el impuesto, se aplica el Impuesto al Valor Añadido cuyo tipo general es del 21%.

De modo que si un usuario residente en ciertas zonas de Madrid consumiera los 350 metros cúbicos de gas en un bimestre, como ha consumido una usuaria salteña, la factura resultante ascendería a unos 206 euros o 3.502 pesos argentinos; o sea 1.965,32 pesos más de lo que esta buena señora ha pagado en Salta, después del aumento.

En el Reino Unido

El precio del kilovatio hora de gas en este país es de 2,933 peniques (aproximadamente 3,4 céntimos de euro).

Un consumo de 3915,37 kwh (aproximadamente 350 metros cúbicos de gas) costaría unas 115 libras esterlinas (135 euros). Con lo cual el precio unitario del metro cúbico en el Reino Unido es de unos 0,38 euros; ocho céntimos más barato que en España y 11 céntimos más caro que en Salta, después del aumento.

Volviendo a la comparación con la factura de Salta, en pesos argentinos resultaría una factura de 2.744,32; o sea 1.208,14 pesos más de los 1.536,68 que esta usuaria pagó.