
Hace unos días fue el Gobernador de Salta el que con ocasión del día de Güemes se enfundó el traje de gaucho y se hizo sacar una soberbia fotografía al pie del Monumento, como si él fuera la reencarnación del héroe gaucho. Salvo por algunos pequeños detalles de la escenografía, Urtubey estaba tan perfecto en el papel de Güemes, que los alumnos de las escuelas de Salta no sabían si tenían que flexionar las rodillas ante el bronce del prócer o ante la carne mortal del Gobernador de la Provincia.
Esta costumbre de «chupar cámara», aprovechando la gloria del pasado y de sus protagonistas, se ha contagiado al Presidente de la Nación, Mauricio Macri, quien ha anunciado que el próximo 9 de julio, en el mismo lugar en que un grupo de congresales declaró hace 200 años la independencia del país, el actual mandatario asumirá, como en una fiesta escolar, el rol de Narciso Laprida, y será él quien firme el acta de la nueva independencia.
No sabemos cómo lo hará Macri, pero si se decide a seguir el ejemplo de Urtubey, aparecerá en la casa que fuera de doña Francisca Bazán de Laguna, vestido con levita, chaleco blanco y pajarita al tono, sin mencionar la posibilidad de que lo haga luciendo unos bigotazos estilo siglo XIX.
Muy poco sentido tiene que Macri acuda a celebrar un hecho histórico y lo repita, como diciendo «lo que hicieron estos señores hace dos siglos lo puedo hacer también yo». Si lo que desea el Presidente de la Nación es respetar el acontecimiento y honrar a sus protagonistas, lo que debe hacer es colocarlos a estos en primer plano y ocupar él el segundo.
Dentro de 200 años, los pequeños estudiantes tucumanos pensarán que Macri tuvo efectivamente algo que ver con la Independencia argentina, cuando lo cierto es que cuando ésta se declaró en 1816 la familia del actual Presidente todavía estaba en Italia, sin ninguna perspectiva ni planes concretos de instalarse en la Argentina.
Si A Urtubey no le ha importado engañar a la infancia y hacerse pasar por Güemes, a Macri debería espantarle esta posibilidad.
