
Los culturosos de Salta saltaron hasta el techo, argumentando que no era posible anteponer el negocio (el turismo) a la esencia misma de nuestro pueblo (la cultura).
El Gobernador les dio la razón, como suele hacerlo con cualquiera que reclame algo sacudiendo un poncho, y tras unos malabarismos de rigor con la ley de ministerios (ya la ha reformado cuatro veces, por lo menos) el nuevo ministerio tiene los valores en orden: se llama ahora de Cultura y Turismo.
A pesar de haber aprendido la lección, cuando se le presentó al mismo Gobernador el desafío de tener que fusionar otras dos carteras (esta vez, dos ministerios inútiles, a más no poder) decidió llamarlo Ministerio de Derechos Humanos y Justicia, dando a entender al público y al clero que son más importantes los primeros que la segunda.
Lo que demuestra, una vez más, que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra, como aquellos policías que camino de Finca Las Costas atropellaron en dos ocasiones a la misma vaca.
Los Derechos Humanos no son más importantes que la Justicia, en ningún lugar del mundo, excepto en Salta.
Si los primeros existen, es precisamente porque la humanidad evoluciona cada vez más rápidamente hacia una conciencia universal de la Justicia y de la igualdad. Los Derechos Humanos -dicho sea con respeto- no son un fin en sí mismo sino un medio, un instrumento valioso y quizá imprescindible, pero históricamente contingente, para realizar el valor de la Justicia.
En perspectiva, son un hito histórico (importante sin dudas) en el camino hacia el pleno reconocimiento de la dignidad humana, pero de un camino en el cual lo mejor está por venir.
Y cuando lo mejor venga, quizá los Derechos Humanos, sin perder su importancia en el entramado de derechos subjetivos de las personas, sean valorados de otra manera. Mientras tanto, la Justicia seguirá siendo un valor central e imperecedero, vertebrador de nuestra convivencia.
Quizá el nombre invertido del ministerio salteño se mantenga por mucho tiempo, porque es bien sabido que, en Salta, algunas organizaciones llamadas «de derechos humanos», en vez de perseguir la concreción de valores como la Justicia o la Igualdad, solo pugnan por ventajas sectoriales, muchas veces mezquinas y disgregadoras. Una de las formas de conseguir sus objetivos es, lógicamente, colocar a los Derechos Humanos por encima de la Justicia.