El canciller 'in pectore' que fue desairado por los mercados

Hace no mucho tiempo, cuando el gobernador Urtubey todavía coqueteaba con el kirchnerismo y se daba de codazos por sacarse fotos con Daniel Scioli o con Luis D'Elía, en ciertos corrillos se mencionaba su nombre como el del posible futuro Canciller de la república.

Entonces nadie entendió muy bien por qué motivo a este veleidoso aliado del kirchnerismo se le había prometido una cartera tan complicada, teniendo en cuenta sobre todo la acusada inexperiencia del hipotético candidato en la siempre cambiante arena de las relaciones internacionales.

De haber ganado Scioli y de haber designado éste a Urtubey como jefe de la diplomacia argentina, ésta sería la hora en que nuestro país estaría envuelto en una guerra o en un conflicto de similar calado, por no mentar una serie de desastres que podrían haberse producido y que felizmente no se produjeron.

Por lo que se advierte en las fotos oficiales, al Gobernador de Salta más que el mundo internacional le tira el monte y más que los aviones a reacción su pasión parece orientada a los caballos y a los ponchos. No es esto del todo cierto, por supuesto, pero se corresponde exactamente a la imagen aldeana que de él quieren transmitir los que se encargan del asunto.

El gobernador Urtubey mantiene a dos de sus más importantes ministros en el extranjero desde hace semanas, porque entre tanta cabalgata y tanto poncho, no ha sido capaz de prever las turbulencias en los mercados internacionales de capitales. Algo, que cualquier aficionado a las finanzas podría haber hecho con una anticipación útil.

El resultado es que sus dos ministros están, como Gardel, «anclaos en París», esperando a que los electores británicos decidan si el país permanece en la Unión Europea o rompe con ella, porque aunque el referéndum fue anunciado el año pasado y casi todos los operadores financieron descontaron oportunamente sus efectos en los mercados, Urtubey despachó a sus ministros con el poncho en la valija, como si en la capital financiera de Europa todo se comportara con la misma parsimonia siestera que en los aledaños a la vieja Dirección de Rentas de la calle España.

El que iba a ser Canciller erró el diseño de la operación, según afirman los expertos argentinos. Es decir, que salió tarde y salió mal a buscar el dinero que necesita.

Tarde, porque otras provincias argentinas, previendo la tormenta que se avecinaba por el Brexit, tuvieron la precaución de atar sus negocios antes, y mal porque en vez de seducir a los potenciales inversores con un plan creíble de obras serias y sostenibles, el Gobernador no pudo enviar a sus operadores al extranjero sino después de que los inversores estuvieran ya convencidos de que el dinero será destinado a tapar los agujeros existentes, a pagar los sueldos de la burocracia improductiva y a equilibrar las cuentas de un Estado en el que las bacanales electorales de los últimos años han hecho un enorme daño.

Desde luego, la operación se hará y, cuando ello ocurra, probablemente será presentada en Salta como otro «acierto» más del Gobernador. Pero la verdad es que los malos tiempos elegidos y el débil backup de un plan de obras espartano y disperso, más tarde o más temprano terminarán pasándole factura, no al gobierno ni a los funcionarios que se han equivocado, sino a los salteños, que deberán desembolsar el importe de los bonos cuando se produzca su vencimiento.