
Hay que decirlo claro: ni la ley ni el feriado le aportan nada a Güemes, cuya gloria permanece inmóvil y cristalizada por la historia; y mucho, en cambio, a una camada de legisladores nacionales que será recordada por las generaciones venideras como una de las más estúpidas que tuvo Salta en muchos años.
El heroísmo no se construye, no se reconoce, no se potencia con leyes. Los feriados no hacen más héroes a nadie, ni más prósperas, más ricas o más justas a las provincias en donde los héroes han nacido.
Es una falacia descarada decirnos que los salteños y las salteñas viviremos mejor con un Güemes encaramado en la gloria, no por sus indiscutibles méritos, sino por el empeño marketinero de quienes pretenden cincelar la historia a golpe de decreto.
Si la voluntad del pueblo, expresada a través de sus representantes, es que Güemes sea recordado en un día feriado nacional, habrá que respetarla, aunque la gloria le llueva a Güemes desde el falso cielo de una mayoría parlamentaria circunstancial y casi anecdótica.
Pero no hay ninguna norma que obligue a respetar a los legisladores que han deformado hasta ridiculizarla la imagen de un hombre, que por encima de sus virtudes heroicas y su visión política, era un ser humano como cualquier otro de nosotros.
La estupidez y la liviandad parlamentaria, cuando se traduce en normas inútiles, no debe ser aplaudida. Debe ser repudiada por aquellos que consideran que, por historia y por cultura, la representación parlamentaria de Salta debería ocuparse de asuntos más trascendentes que el Día del Caballo, el Día de la Empanada o el día del Charquisillo. Iniciativas como esta no solo revelan poca preparación intelectual sino también una insensibilidad política mayúscula, y lo que necesitan los salteños y las salteñas, más en estos momentos, son políticos inteligentes, sensibles y capaces que nos ayuden a salir del pozo.
Lamentablemente, quienes deberían luchar por dejar tranquilo a Güemes y no utilizar su augusta memoria para dar rienda suelta a apetitos inconfesables, se han plegado a esta algazara de gente descerebrada que mientras siguen apareciendo mujeres muertas, violadas y maltratadas, mientras se siguen muriendo pacientes por dengue o por gripe A, mientras los niveles de pobreza son escandalosos en algunos territorios, se les ha dado por tirar cohetes porque Güemes ha alcanzado, por fin, una dimensión sideral, o galáctica, como el Real Madrid de Florentino Pérez.
Cuando celebremos dos feriados nacionales por Güemes y revivamos su penosa agonía desde el Canal de Beagle hasta La Quiaca, y los problemas se multipliquen, habrá que ir a tocarle la puerta a estos diez señores que gracias a nuestro voto se sientan en el Congreso Nacional y decirles: Son ustedes unos auténticos inútiles.
Esta generación de parlamentarios fracasados, incapaces de aportar al país más que su visión aldeana, limitada por los cerros y enrarecida por la altura, merece la más amplia censura de un pueblo que no podría hacer mejor cosa que avergonzarse públicamente de ellos.
Deberían los más sensatos firmar al pie de un documento público que dijera sencillamente: «Yo no me presté a la farsa de Güemes».