Patrias eran las del futuro

Cada vez que se acerca el 25 de Mayo me acuerdo de Lenin y de su famosa respuesta al socialista español Fernando de los Ríos: «¿Libertad, para qué?»

Está muy bien eso de celebrar el primer grito de libertad, pero cada vez tiene menos sentido entre quienes, abrasados por el amor a la patria, prefieren anteponer mil veces los intereses del Estado y la soberanía a la libertad de los individuos.

Tal vez si Mariano Moreno volviera del fondo del océano se sorprendería al comprobar cómo el espíritu cívico y libertario que él cultivó con tanto ardor, a solo doscientos años de la gesta que le costó la vida, yace adormecido, más o menos como él, en las oscuras profundidades marinas.

A diferencia de las colonias inglesas de Norteamérica que no solo quisieron erigir un país independiente sino también una tierra abierta, fraterna y solidaria, de ciudadanos libres, con justicia y derechos, nosotros nos hemos conformado con la independencia, que, a decir verdad, solo nos ha traído buenos momentos en el fútbol.

Las mentes más privilegiadas del siglo XX dedicaron todas sus energías a cimentar ese país independiente que tanto necesitábamos, pero se olvidaron de pensar en la libertad, en la justicia y en los derechos, a los que terminamos necesitando mucho más que a la independencia.

Para acabar la fiesta, nos quisieron vender que liberales eran personajes como Álvaro Alsogaray o Domingo Cavallo, de modo que por odiar a los liberales terminamos aborreciendo a la misma libertad que le dio un sentido político y filosófico a la Revolución de Mayo.

Alguien nos quiso hacer creer también que el liberalismo es una «ideología foránea», cuando en realidad el amor por la libertad nace en lo más profundo de nosotros mismos, cualquiera sea el suelo que tengamos bajo nuestros pies o el color de la bandera que nos envuelva. Tal vez no los cangrejos, pero sí el ser humano, que nace libre e igual a otros de su misma especie, según las eseñanzas de un tal Jesucristo.

Por eso es que, a la vista del próximo Bicentenario de la Independencia, que más que hacerme acordar a Narciso Laprida me recuerda a las viejas monedas de 10 pesos acuñadas en 1966 para el Sesquicentenario de la fecha, pienso que sería bueno dedicar un día como hoy a exaltar la libertad que hemos perdido en el camino, más que la independencia que informalmente conquistamos con el nombramiento de aquella precaria Primera Junta.

Siempre he pensado -ignoro el motivo- que aquella Junta, presidida por nuestro paisano, el potosino Cornelio Saavedra, se constituyó como un eco de las juntas locales que se establecieron en España para sostener la autoridad de Fernando VII como monarca legítimo y oponerse así a la ocupación francesa y al reinado de José Bonaparte.

Pero cualquiera haya sido la intención de los padres fundadores, al menos una parte del movimiento de Mayo estuvo claramente inspirado en las ideas liberales y contractualistas de Mariano Moreno, así como en su defensa del libre comercio y de los derechos de los indios.

A la hora de celebrar el Día de la Patria, conviene no olvidar que Mariano Moreno fue también un ferviente defensor de la libertad de expresión. No solo fundó y dirigió la Gazeta de Buenos Ayres, sino que fue el inspirador de la primera norma revolucionaria sobre libertad de prensa.

Que todo aquello haya quedado en el olvido es culpa de la televisión y de los cohetes que mandan a la luna. Mejor pensar así, que echarle la culpa a la miopía de los políticos, a su falta de formación y a la fascinación de algunos de nuestros prohombres con la eficacia social de las soluciones fascistas de la Europa de entreguerras.

En un día tan señalado como este, para aquellos a quienes, por diferentes motivos, apenas si nos queda patria, más que lamentarse por el pasado, por lo que pudo ser y no fue, lo que conviene es mirar hacia el futuro con optimismo y decisión, porque si alguien dentro de algunos años puede descongelar a Walt Disney y hacerlo que vuelva a dibujar a Pluto y a Campanita con la misma frescura de antaño, también puede hacernos vivir otra fantasía: la de libertad perdida.