Urtubey, en busca del tiempo perdido

Tal parece que el reciente paseo por París junto a los íntimos ha hecho crecer en el alma del Gobernador de Salta un sentimiento ambivalente. Por un lado, el amargo sentimiento de la culpa (por haberse ausentado sin permiso de su trabajo) y, por el otro, esa sensación tan típicamente proustiana de recuperación de la memoria involuntaria. París, desde luego, puede lograr esto y mucho más.

Tras dos largas semanas de letargo informativo, en las que, por faltar, faltaban hasta los problemas, el gobernador Urtubey ha ordenado a su tropa de escribientes a sueldo que inunden los patios digitales con actividades suyas, aquí, allá y acullá. Desde que volvió a pisar territorio provincial, el dónde ya no importa: ahora importa el cuánto.

Así pues, con menos arte que Proust pero con una imaginación similar, ahora Urtubey hace de todo, está en todas partes y hasta da la impresión de que trabaja. Todo un logro para los escultores de su imagen, que luchan a brazo partido para evitar que en algunos corrillos la gente siga calificando al jefe como «vago».

La idea es que el gran público, ante semejante despliegue de desplazamientos, cortes de cintas, disertaciones y grandilocuencias con los que el Gobernador piensa que está atravesando los dinteles de la gloria, termine creyendo que los 14 días de ausencia del territorio y la manipulación de los decretos son, en realidad, peccata minuta, y que su Gobernador está de regreso en el tajo. «I'm back, baby!».

Entre tanto vino y tanta coca mascada, la frágil memoria de los salteños es una cáscara de nueez agitada por las tempestades. Al cabo de unos días de propaganda y de ubicuidad casi divina, nadie se acordará que el Primer Mandatario «se piró» cuando aquí más se lo necesitaba, que se llevó a pasear a la novia, que silenció sus viajes y que hizo maniobras bastante visibles para que la gente crea que estuvo haciendo cosas importantes. Pero el salteño, manso como la paloma, astuto como la serpiente, perdona y calla.

Es sumamente extraño que la comunicación oficial repita con tanta insistencia en estos días Urtubey, Urtubey, Urtubey... O es la forma que tienen algunos de celebrar que nuestro Gobernador ha alcanzado la mítica cifra del 80% de «conocimiento nacional», o es que les sucedió como a ese robusto abogado con sobrepeso que sufrió un ACV y al que se le quedó atravesada en el cerebro la palabra «departamento».

Sin embargo, la explicación más razonable de esta ametralladora verbal es que alguno de los empleados del Gobernador se ha leído ese libro de una vistosa periodista marsellesa que cada ocho palabras dice Sarkozy, Sarkozy, Sarkozy.

Tal vez Urtubey, o sus parientes, se trajeron algunos ejemplares en la valija.