La transparencia y el viaje de Urtubey a Nueva York

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La presión de la opinión pública ha obligado al Gobernador de Salta a revelar que parte de los gastos (los pasajes de avión) de su inusualmente prolongado viaje a Nueva York fue pagada por una fundación privada y no por el Estado provincial, tal como se sospechó desde un principio.

Aunque Urtubey no ha revelado a cuánto asciende la factura total de su estancia con su novia en los Estados Unidos, incluido el alojamiento, los desplazamientos y la manutención diaria, ni tampoco ha dicho quién paga estos gastos, la poca información que ha brindado sobre su viaje, en lugar de despejar las sospechas las agrava.

En efecto, los gobernantes no pueden recibir regalos de personas privadas (ni siquiera de fundaciones creadas con propósitos políticos) sin dar explicaciones a los ciudadanos y sin declarar la liberalidad a las autoridades tributarias.

Cuando un gobernante acepta, por ejemplo, pasajes aéreos o marítimos -solo por dar un ejemplo- se genera políticamente una presunción de trato de favor hacia la persona u organización que ha pagado los pasajes, cuando no una sospecha más grave de financiación privada opaca de actividades políticas.

Según la información oficial del propio gobierno de Salta, Urtubey no se encuentra en Nueva York para «formarse»; es decir, para asistir, como alumno, a cursos o actividades formativas. De hecho, las únicas actividades oficiales de su viaje son un par de charlas, sin intención ni formato pedagógico, en las que el Gobernador oficia de expositor.

¿A cuento de qué entonces su pasaje aéreo aparece pagado por una fundación privada cuyo objeto social es el de hacer «un aporte a la formación y el fortalecimiento de la dirigencia política»?

¿Por qué motivo una fundación registrada con este objeto paga el pasaje en clase business de una señora que no se dedica a la política sino a la actuación en televisión?

Si los regalos que realizan las personas privadas a los gobernantes deben transparentarse al máximo y ser considerados como donaciones institucionales y no liberalidades hechas intuitu personae, ¿cuál es el rol institucional de la novia del Gobernador de Salta, teniendo en cuenta que no están casados y que solo se conocen desde hace unos cincuenta días?

El escándalo aún humeante de los llamados Papeles de Panamá ha puesto de relieve que, en materia de transparencia gubernamental, la legalidad formal de ciertos actos no exime a los gobernantes de responsabilidad.

Así, aunque entre nosotros el hecho de que una fundación privada solvente parte del viaje de un Gobernador y de su consorte a un país extranjero pueda no haber violentado normas de Derecho, desde el punto de vista de la ética política y republicana, los donativos que recibe el gobernante deben, en primer lugar, ser públicos; en segundo lugar, proceder de personas físicas o jurídicas que no contraten con las administraciones públicas, y, en último lugar, no exceder de límites razonables.

En otras palabras, que no porque no haya sido el Estado provincial el que pagó el viaje (cosa que aún está por verse) el Gobernador de la Provincia ha satisfecho todas las exigencias de transparencia. El haber recibido una liberalidad de una persona privada obliga, con mayor razón, a rendir detallada cuenta de los gastos y de las actividades realizadas, porque de no hacerlo, los ciudadanos tendrán todo el derecho de pensar que detrás de esa amabilidad del donante privado se esconde un caso de financiación ilegal, o cuanto menos opaca, de la actividad política.

Esta obligación es más grave aún, desde que la fundación que supuestamente pagó los pasajes hace firmar a sus miembros y beneficiarios de sus ayudas una «carta de compromisos recíprocos», que en la práctica funciona como un acuerdo de confidencialidad. Y la confidencialidad, entendida como la entienden los agentes privados, es ajena a la política y a los mecanismos del Estado de Derecho.

El donante privado deberá declarar la donación a la AFIP, pero el Gobernador -que también debe hacer lo mismo- es deudor de una explicación pormenorizada y urgente de las razones que lo llevaron a aceptar un regalo de semejantes características.