
Hace algunos años, vivió en Salta un personaje cuya ocupación más destacada consistía en acudir presurosamente a las esquinas en donde se habían producido choques entre automóviles y en recoger allí tornillos, trozos de chapa, añicos de cristal, extremos de paragolpes y hasta gotas de combustible.
De tanto inspeccionar las escenas post-choque, el hombre aquel se había convertido en un experto en colisiones urbanas, aunque no servía ni como testigo, ni como perito, ni como enfermero, ni como auxiliar de las compañías de seguro. Es decir, no servía ni siquiera «para espiar quién viene».
Esta forma de enfrentarse a los problemas (como testigo mudo que, a lo sumo, se dedica a recoger fragmentos de una realidad desgarrada) es la que exhiben hoy los gobernantes en Salta.
Solucionar, no solucionan ningún problema, pero a la hora de practicar «relevamientos», son los primeros y, probablemente, los más eficientes del país.
A la cabeza de tanta inutilidad institucionalizada marcha la contabilidad de casos de violencia de género que realiza la Corte de Justicia, que ni siquiera sirve para que nos demos cuenta de la intensidad o la gravedad de esta enfermedad que aqueja a la sociedad. Nos referimos a la violencia contra las mujeres, no a la contabilidad, que también es una enfermedad pero de otra índole.
Le sigue en el ranking el «relevamiento» de baches del Intendente Sáenz, quien al parecer piensa que aquello que no se cuenta no existe. Antes de tapar un agujero, más vale saber cuántos son.
Al lado de los anteriores se ubica el «relevamiento» de carreros, una intento tan inútil como los anteriores de aprehender la informalidad y el desorden para reducirlo a una planilla de Excel.
Podemos seguir enumerando: «relevamientos» de casas anegadas, de mosquitos en los cementerios, de aborígenes desasistidos, de rutas en mal estado, de niños mal nutridos, de mujeres analfabetas o de puesteros sin higiene. Todo se cuenta en Salta, pero nadie soluciona nada, porque el impulso de gobernar se detiene normalmente a las puertas del universo de las soluciones.
Quizá la solución sea abandonar los «relevamientos»; es decir, dejar de producir burócratas que imitan a aquel hombrecito que hacía el seguimiento de los choques en la esquina de Güemes y Adolfo Güemes.
¿Qué sentido tiene «relevar», si a la hora de tomar decisiones viene un demente con unos cinco tachos de Albalátex blanco y cubre una obra de arte hecha con esfuerzo? Ése no «relevó» nada. Se limitó a decir: «¡Aquí se hace lo que digo yo¡»
Vaya este recado también para esa inútil señora que «releva» los precios de los artículos de consumo para la Municipalidad. Un simple teléfono con Android haría el mismo trabajo mucho mejor que ella, y nos ahorraríamos entre todos un sueldo.
Pero como no somos tan crueles, cuando esa señora se quede sin trabajo, que recuerde que en la esquina de Güemes y Adolfo Güemes siempre hay un asiento disponible para ella si lo que desea es recoger tornillos y faros rotos en cada colisión que allí se produzca.