Zottos, entre el fervor 'originario' de la Patria Grande y el europeísmo ortodoxo

Corren tiempos en Salta en los que mentar a Europa equivale a mentar al mismo diablo. A pesar de que nuestra cultura está plagada de elementos identitarios importados del viejo continente (la lengua, la religión y el diseño institucional, entre muchos otros), los avances de la cultura nativa, saludables donde los haya, están consiguiendo no solo revalorizar nuestras raíces más remotas, sino también arrinconar, de a poco, aquellos elementos identitarios que antaño constituían la esencia de nuestro orgullo.

A pesar de ello, los salteños siguen viajando a Europa, casi con el mismo entusiasmo obsesivo de siempre. Pero algo ha cambiado, puesto que hace dos o tres décadas atrás, era considerado chic que los viajeros hablaran a su regreso de las maravillas civilizatorias del viejo continente. Ahora, por el contrario, lo políticamente correcto, y lo «fino», -después de haber disfrutado de los mismos monumentos culturales de siempre- es hablar pestes de Europa y de los europeos (los de antes y los de ahora), tal como si ellos fuesen los culpables de todos nuestros males.

Ya no se puede elogiar nada que venga de allá; especialmente si se trata de ideas políticas o formas de ver el mundo. Quien lo haga se expone a perecer bajo el ataque feroz del altivo enjambre 'originario', en el que se mezclan alborotadas avispas, de etnias muy variadas pero de idéntico poder destructivo.

Curioso es, pues, que un alto representante de un gobierno provincial con un fuerte sesgo indigenista, como lo es el de Salta, se anime a participar -como invitado, en este caso- de una asamblea interparlamentaria que defiende abiertamente el europeísmo y cuya fundación apunta nada menos que a modelar la civilización europea.

Es el caso del Vicegobernador de Salta, Andrés Zottos, quien poco después de celebrar el Inti Raymi y rendir culto a la Pachamama en los cerros de Quijano, se trasladará a Moscú para conmemorar el 21 aniversario de la Interparliamentary Assembly of Orthodoxy, órgano que vio la luz tras la conferencia que se celebró, a instancias de los diputados griegos, en la ciudad grecomacedónica de Calcídica (o Chalkidiki).

Curioso decimos, pero no tanto, ya que seguramente el Vicegobernador -un hombre piadoso, de misachico diario, que propuso abiertamente en el Senado provincial convertir en normas estatales obligatorias las opiniones del papa Francisco- acude feliz a tal acontecimiento, sabedor de que aquella conferencia internacional declaró hace 21 años que «los regímenes políticos ateos son contrarios a la naturaleza humana».

Lo que plantea algunas dudas es saber qué papel podrá jugar un miembro de un gobierno tan poco afecto a Europa, como el de Salta, en un foro internacional cuyos documentos fundacionales hablan del rol progresivo de la tradición ortodoxa en la configuración de la civilización europea y abogan por tender puentes con Occidente a fin de reconocer el pluralismo inherente a la «casa común europea».

La pregunta clave, en síntesis, es: ¿cómo hará Zottos para no sentirse en aquella asamblea más desubicado que chicharrón en pan de navidad?

Pero incluso preguntas tan complicadas como ésta tienen respuesta. Muchos de aquellos 'originarios' que viajan a Europa -es sabido- vuelven hablando cosas horrorosas del viejo continente; pero mientras permanecen en él y, sobre todo, cuando departen con argentinos expatriados, de la que hablan pestes es de la Argentina y de cómo el abandono de la herencia cultural europea ha hecho que el país extraviase su norte e hipotecara su destino.

En Europa, estos visitantes de doble condición no coquean y, en vez de rendir culto a la Pachamama, acuden a misa a La Almudena, a Notre Dame o al Duomo de Firenze, compran discos de Aznavour, libros de Umberto Eco, se babean frente a un jamón de Jabugo, disfrutan con las corridas de toros y consumen pornografía firmada por Rocco Siffredi. Es decir, aprovechan su estancia en suelo europeo para salir temporalmente del «armario cultural», a sabiendas de que nadie los ve.

Pero hay salteños muy malos que los observan con mucho cuidado.

Es la ventaja que tiene pertenecer y no pertenecer, al mismo tiempo, a dos mundos; o solo a uno, según convenga. Todo es cuestión, como dicen, de «cambiar el chip» en el momento oportuno, algo que muchos viajeros transcontinentales hacen generalmente cuando el avión sobrevuela los radares de Dakar, en Senegal.

Por eso, y para que nadie se confunda, es necesario destacar la valentía del vicegobernador Zottos, porque a pesar de todo, el hombre se resiste fieramente a abjurar de sus raíces europeas y mediterráneas, y, hasta donde puede, las defiende.