La ambigua suficiencia de un ministro habilidoso

La palabra suficiencia tiene dos significados: uno bueno, que denota capacidad y aptitud; y otro no tan bueno que denota presunción, engreimiento y pedantería. ¿De cuál de estos dos hablamos aquí?

Es difícil saberlo, aunque para aproximarnos a la respuesta sugerimos al lector ver muchas veces la fotografía adjunta.

En ella podemos ver a un ministro del gobierno provincial de Salta (el mismo que parece lanzado en carrera hacia la Intendencia de la capital cual pantera que busca clavar sus garras en el cuello de un impala) durante una de sus visitas preelectorales a los barrios de la ciudad.

Esta vez la visita «constructora de imagen» se realizó en los barrios Don Emilio, Timoteo I y II, Parques Nacionales I y II, Edvisa I y II y Asociación de los Ingenieros, a donde el ministro acudió con el corazón contento y la bolsa llena, ya que -según la información oficial- se presentó en estos lugares con la intención de «entregar subsidios para el desarrollo de nuevas ideas».

Tal vez los subsidiados no sepan que el señor que les entrega el dinero para desarrollar sus ideas no es el dueño del dinero, y por esta razón es que se lo agradecen como si de verdad lo fuera.

Como la gente pobre de los barrios no puede retribuir a la magnanimidad del funcionario entregando a su vez a éste subsidios para que pueda hacer realidad sus sueños, pone toda su humildad a disposición del visitante para que, al menos, pueda realizar el famoso «sueño del pibe».

Es por ello que al ministro le han prestado una pelota Nº 5, para que demuestre lo que puede hacer con ella utilizando esa diestra de trazo fino como la mejor de las estilográficas. Siempre con la derecha. Nunca con la izquierda.

Pero el ministro sorprendió a la parroquia con su extraordinaria habilidad para hacer "jueguito" (tocar repetidamente la pelota con el empeine, sin dejarla caer al suelo), pero ¡con los brazos cruzados!.

¿Capacidad y aptitud o presunción, engreimiento y pedantería? ¡Quién lo sabe!

Tal vez haya sido por el frío o por las condiciones del terreno que el ministro ha preferido mantener los brazos cruzados, cuando cualquier persona normal que pasa más de diez segundos parada sobre un solo pie (cualquiera que no sea un experto bailarín cosaco) necesita extender sus brazos para poder equilibrar el peso del cuerpo. Quién sabe qué razones han llevado al ministro a desafiar de este modo tan audaz las leyes de la física y el sentido común del fútbol.

Cualquiera sea la interpretación que haya de darse a este gesto, lo cierto es que lanzarse a tocar la pelota con los brazos cruzados no es de gente normal. Si Aristóteles lo hubiera visto, diría seguramente que esto es asunto de dioses o de bestias, es decir, de seres que no habitan la polis sino fuera de ella.

En nuestra modesta interpretación de la antigüedad clásica, la imagen de un ministro haciendo jueguito con los brazos cruzados es la de un dios que desea demostrar a aquellos que habitan fuera de la polis (en condiciones bastante menos confortables que las del Olimpo) que si seres como él son capaces de desafiar las leyes de la física, mucho más capaces lo son de desafiar todas las otras leyes, especialmente aquellas establecidas por los hombres.