'Por voluntad del señor Gobernador, doctor Juan Manuel Urtubey'

A juzgar por el discurso monocorde de los funcionarios del gobierno, en Salta no se cae la hoja de un árbol si no es «por voluntad del señor Gobernador, doctor Juan Manuel Urtubey». Desde la entrega de una silla de ruedas a la práctica de un aborto no punible: todo está sujeto al supremo impulso volitivo del Gobernador, convertido en una especie de emperador romano de los valles subandinos.

El discurso es tan insistente y está tan extendido entre los funcionarios de cualquier nivel, que parece muy dudoso que se trate de una simple casualidad. Hay alguien que los entrena para que, en cada aparición pública, frente a cualquier micrófono, pongan al Gobernador por delante de cualquier acto, gesto u obra, por mínimo e insignificante que sea. Ese alguien no puede ser otro que el propio gobernador Urtubey.

En Salta, la Constitución y las leyes son una especie de antigualla, pues cuando el gobierno de la Provincia hace lo que está obligado a hacer (incluidas las cosas más simples, como entregar una personería jurídica) no lo hace porque así lo manda la Ley sino porque el gesto sale, siempre, de «la voluntad» del Gobernador.

No sería nada que Urtubey se coloque por encima de las leyes, porque en el fondo el absolutismo consiste precisamente en eso. El problema es que cuando los funcionarios meten la pata y se cubren hasta la cabeza de corrupción, las cosas dejan de suceder en Salta «por voluntad del señor Gobernador, doctor Juan Manuel Urtubey» y pasan automáticamente a ocurrir por las humanas debilidades y falencias del funcionario en cuestión.

Al fin al cabo, ellos no son el Emperador y la autoridad que detentan no proviene de Dios, como sí ocurre en el caso del Gobernador.

Alguien debería llamar a la reflexión a Urtubey y aconsejarle que deje de influir en sus funcionarios para que hablen de él y de sus prodigios todo el día, porque alguno de esos agitadores revoltosos que nunca faltan podría llegar a convencer a los ciudadanos de que si todo lo que sucede en Salta es obra de la «voluntad del señor Gobernador, doctor Juan Manuel Urtubey», también la corrupción y la pobreza son obra suya.

Para ser Emperador, hay que estar a las duras y a las maduras. Y, llegado el caso, incendiar Roma, si con ello se consigue salvar al Estado y, lo que es más importante, el cuello del propio Emperador.