El arte de convertir un viaje privado en un acontecimiento público

A pesar de que el sitio web oficial del Poder Judicial salteño pretende dar a entender lo contrario, la visita al Vaticano del presidente de la Corte de Justicia fue un acontecimiento estrictamente privado, carente del alto significado institucional que se le pretende atribuir.

No dudamos que el encuentro entre el magistrado y el Papa ha sido trascendente. Lo ha sido para él y para su esposa -como no podía ser menos- pero en modo alguno para Salta o para el conjunto de la judicatura salteña.

Viendo al presidente de la Corte con traje y corbata y a su esposa vistiendo de negro, cualquiera podría llamarse a engaño y pensar que se trató de un encuentro de autoridad a autoridad, pero esto no ha sucedido. Basta con ver la serie completa de fotografías publicada por el Vaticano para ver que junto a la elegante pareja salteña había adolescentes vestidas con la camiseta de River Plate.

Dice la web oficial del Poder Judicial que durante el brevísimo encuentro entre el Papa y el presidente de la Corte el Pontífice «hizo referencias concretas a Salta y expresó sus bendiciones a sus habitantes». Nadie duda de la palabra de un magistrado, pero sería interesante saber cuán profundas y concretas han sido las referencias del Papa a Salta en los cinco o seis segundos que -según documentan las fotografías- duró el paso del Pontífice delante del matrimonio Posadas.

Otras autoridades

Miguel Isa, Andrés Zottos o Gustavo Zanchetta se han fotografiado recientemente con el Papa. Pero, a diferencia del presidente de la Corte de Justicia, los anteriores acudieron en su calidad de autoridades. Isa lo hizo junto a intendentes municipales de otras ciudades del país; Zottos con otros mandatarios de su mismo rango y Zanchetta -huelga decirlo- en su condición de obispo.

La publicidad oficial de una actividad estrictamente privada del presidente de la Corte de Justicia no es un buen detalle ni un gesto emparentado con el recato republicano. Supone -como ya hemos visto- una utilización irregular de la imagen y la figura del Pontífice con una finalidad política o de vanidad personal, que no es compatible ni con los valores democráticos ni con la dimensión ética de la judicatura.