La autoridad del Gobernador es innegociable y no debe ser desmerecida

  • En el día ayer, el Gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, fue increpado violentamente en la calle por un grupo de trabajadores sanitarios insatisfechos porque el gobierno no ha cumplido su promesa de contratarlos como agentes fijos del Estado.

La reacción del mandatario frente semejante reto a su autoridad ha estado razonablemente a la altura de su investidura y merece ser destacada, porque no hacerlo supondría darle la razón al piquete de hombres y mujeres que pretendió hacer valer las suyas de modo menos respetuoso con la democracia y con las instituciones.


Se puede decir hasta el cansancio que el Gobernador está realizando un penoso viaje de regreso, que su autoridad está menguada o que son sus propios errores los que le hacen caer en trampas y encerronas de este tipo. Todo ello puede ser cierto, como innegable es su acelerada pérdida de legitimidad y de influencia. Pero su autoridad debe seguir intacta.

Es por ello que en ningún caso se debe caer en el error o en la simpleza de aplaudir el que un grupo de personas, por más legítimas que sean sus pretensiones, aborde al primer magistrado de la Provincia en la vía pública de una forma tran agresiva y tan poco respetuosa de las formas y del lenguaje democrático como la que se ha visto ayer.

Hay que decir en favor de Juan Manuel Urtubey que en ningún momento pareció colocarse fuera de la disputa o por encima de sus ocasionales críticos. Al contrario, el Gobernador accedió a dialogar, aun en condiciones poco propicias para el diálogo y el entendimiento. Puede que en su gesto haya influido su candidatura a Vicepresidente de la Nación.

Pero aunque la reacción no haya sido sincera y hubiera estado dictada por otros intereses, lo cierto es que el Gobernador no hizo mal en plantear el respeto entre las personas como condición mínima para el diálogo en democracia.

Los ciudadanos tienen derecho a expresarse y a cuestionar todas las decisiones del gobierno, sin lugar a dudas. Pero el ejercicio de la ciudadanía crítica trae aparejada, siempre, la obligación de la responsabilidad. Las reivindicaciones tumultuosas y desordenadas no son la forma ideal de expresión de una ciudadanía responsable, que en todo momento debe saber que al Gobernador, por más igual que sea al resto de los ciudadanos, se lo debe tratar de una forma en que no se desmerezca la autoridad que ejerce.

Y dos detalles más que mueven a la reflexión. Ayer se ha sabido que el Gobernador de Salta viajaba de regreso a su Provincia en un vuelo de línea regular de una compañía low cost que tuvo algún inconveniente en la maniobra de despegue. También se supo que el Gobernador acudió a una reunión política en la sede del Partido Justicialista de Salta, lugar en donde fue abordado con malos modos por un piquete de trabajadores que allí se había reunido.

No debería ser noticia que el Gobernador viaje a su Provincia, pero sin embargo lo es. Sus ausencias siguen siendo reiteradas e inexplicables.

Pero, dentro de lo malo, lo bueno es que, al menos una vez, en lugar del avión de la Provincia, el Gobernador ha decidido tomar un avión de pago, y que para sus reuniones políticas no utilizó las oficinas públicas del gobierno, como lo ha venido haciendo últimamente, sino que ha escogido como escenario de sus rosquetes la sede del partido que preside.