Frialdad de Estado ante la muerte de cuatro servidores públicos en acto de servicio

Si el fallecimiento de cuatro trabajadores del Estado (soldados, policías, bomberos, médicos, etc.) se hubiera producido en Francia, es casi seguro que el presidente François Hollande hubiera presidido una ceremonia de homenaje en el Arco de Triunfo, junto a la llama que perpetúa la memoria del soldado desconocido.

Si se hubiese producido en España, al funeral por los servidores fallecidos hubiesen asistido los reyes, en persona.

En Salta, la reacción oficial frente a una tragedia de inusitada magnitud ha sido fría, deshumanizada, burocrática.

De esta crítica debemos excluir al Ministro de Seguridad, Alejandro Cornejo D'Andrea, y al Subsecretario de Defensa Civil, Víctor Ola Castro, quienes expresaron públicamente su pesar por lo sucedido. Era lo menos que se podía esperar de dos funcionarios de su nivel.

Pero el Gobernador de la Provincia y su aparato oficial de comunicación han despachado el suceso como si se tratara de una vicistud administrativa normal; una contingencia habitual de la planta de personal del Estado.

La declaración de duelo oficial por dos días y la orden de que la bandera de Salta ondee a media asta durante el periodo de duelo no expresa ningún sentimiento; ni siquiera el agradecimiento a esas cuatro personas a las que sorprendió la muerte mientras luchaban sin los medios ni los equipos de protección adecuados contra un tremendo incendio.

No cabe, en casos como este, atribuir la frialdad de las manifestaciones oficiales a la conmoción y a la sorpresa. El Estado debe estar preparado para situaciones como ésta. Y es la máxima autoridad del Estado, en representación de todos los ciudadanos, la que debe salir, dar la cara y expresar los sentimientos comunes. Aunque al hacerlo deba asumir todas las responsabilidades del caso y exponerse a las críticas.

La ausencia del gobernador Urtubey, su frialdad rayana en la indiferencia (que ya se pusieran de manifiesto frente a otros sucesos de gran impacto emocional, como el hallazgo en julio de 2011 de los cuerpos de las turistas francesas asesinadas) no solo ofende a la familia y a los compañeros de las víctimas, ofende a toda la sociedad, a todos los salteños que esperan que el gobierno exprese los sentimientos de la mayoría frente a un drama tan singular.

Así como al Gobernador le gusta estar y pasear su estampa cuando entrega patrulleros y uniformes a la Policía, le encantan los flashes cuando inaugura comisarías y recibe los honores de las tropas en los desfiles, debería aparecer y manifestarse -aunque no le guste- también en el momento en que se producen las tragedias.