Bien haría Messi en dejar el Fútbol Club Barcelona

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La Abogacía del Estado (español), la misma cuya obstinación procesal propició que Lionel Messi se sentara en el mismo banquillo por el que habitualmente desfilan los delincuentes, es también la misma que defiende con denuedo que la Infanta Cristina de Borbón, hermana del rey Felipe VI, debe ser absuelta de un delito parecido, con el argumento de que el famoso lema «Hacienda somos todos» debe circunscribirse «al ámbito para el que fue creado: el de la publicidad, exclusivamente como forma de concienciación del país».

Los argumentos exculpatorios de Messi y de la Infanta Cristina son en realidad casi idénticos: la responsabilidad de llevar las cuentas y los papeles era de otro. En el caso del futbolista, de su padre, y en el caso de la Infanta, de su marido.

Pero mientras a Messi le han llovido todos los insultos posibles desde que fuera conocida su condena, a la hermana del rey se le ha aplicado siempre o casi siempre el beneficio de la duda. Solo unos pocos se han animado a denunciar un inadmisible «trato de favor».

Hay una pequeña diferencia entre ambos casos: el padre de Messi, por falta de conocimientos y de experiencia, dejó en manos de unos asesores externos la tarea de crear unas determinadas estructuras societarias. El señor Urdangarín, marido de la Infanta, las creó por sí mismo.

Y otra más: Messi se dedicó siempre al deporte, mientras que la Infanta -entregada en un momento en cuerpo y alma a los deberes que impone la realeza- decidió voluntariamente un día incursionar en los negocios.

Si la señora Cristina de Borbón resulta finalmente absuelta como lo han pedido la Fiscalía y la Abogacía del Estado a la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca, y si los argumentos absolutorios del tribunal son, como se supone, su ajenidad respecto de los manejos presuntamente turbios de su marido y la confianza ciega depositada en él, el escándalo puede ser mayúsculo, pues pondría de relieve ante el mundo que la Justicia española tiene diferentes varas de medir, según el lugar en que han nacido los acusados y el nivel educativo que portan.

No es del caso recordar aquí que a lo largo de su corta carrera Lionel Messi ha contribuido muchísimo más a la Hacienda pública española que la Infanta Cristina a lo largo de toda su vida. Lo que no se puede hacer, bajo ningún concepto, es tratar a un fubolista que ha consagrado su vida al deporte y a su familia, y que ha dado enormes alegrías a millones de españoles, como un «ignorante deliberado», como un «mentiroso» y un «delincuente»; y al mismo tiempo considerar a la Infanta como una desprevenida esposa, sorprendida en su candorosa buena fe.

Messi y su familia tienen toda la razón del mundo para estar molestos y enfadados. Al primer requerimiento de Hacienda, el futbolista pagó todo lo que debía, y sin embargo tuvo que escuchar el extravagante alegato del Abogado del Estado que dijo de él en juicio que era un «capo mafioso». Una descalificación innecesaria y notoriamente desproporcionada, que retumbó en la sala de vistas poco después de que el mismo abogado se proclamara ante el tribunal, y sin que nadie se lo pidiera, «hincha del Barça».

Salvo una importante diferencia en educación y buenos modales -que quizá exista- no hay razón que explique que la Abogacía del Estado personada en el juicio de Palma de Mallorca no haya calificado a la Infanta Cristina con la misma dureza y la misma seguridad. Tampoco se puede explicar rápidamente por qué motivo el abogado que en nombre del Estado español pide la absolución de la Infanta no ha revelado también al tribunal sus preferencias futbolísticas o justificado su pretensión absolutoria en sus pasiones republicanas o monárquicas.

Aun sin conocer personalmente a Messi, se podría decir que el futbolista preferiría mil veces aguantarse una patada artera de Pepe o de Sergio Ramos, que ser etiquetado de delincuente y de jefe mafioso por personajes que no le llegan ni a la suela de los zapatos. Algo que es mucho más irritante todavía si se tiene en cuenta que Messi ha cumplido con creces sus obligaciones tributarias.

Razones morales hay más que de sobra para que Messi decida armar sus valijas, decirle adiós al Barcelona y recalar en cualquier club del mundo. La Hacienda española se quedaría así sin una de sus fuentes de ingresos más fiables y cuantiosos, la Liga Española sin su activo más importante y España, en general, sin un formidable y silencioso moderador de las tensiones que mantienen al país desde hace algunos años al borde la fractura territorial.

Ante esta amenazadora perspectiva, el Barça tiembla, como es lógico. Pero a la hora de defenderlo ha escogido el camino equivocado: el de enfrentar al futbolista con la Hacienda común de los españoles.

La campaña organizada por el Barça en las redes sociales #TodosSomosLeoMessi es irrespetuosa y disgregadora, pues no solo tiene por detrás un antiespañolismo mal disimulado sino que también pretende erigirse en contrapunto de la campaña «Hacienda Somos Todos». No está probado, ni mucho menos, que si Messi pagara sus impuestos a una hipotética Agencia Tributaria del Estado catalán independiente tendría un mejor trato.

Por tanto, si es verdad que el Barcelona quiere proteger a Messi y ayudarlo a «que sea feliz», como se viene insistiendo desde que Guardiola inventó el verso, lo que toca ahora es propiciar su salida, incluso rebajando a la mitad, de ser necesario, su elevadísima cláusula de rescisión.

Si, como se espera, Messi es finalmente absuelto por el Tribunal Supremo, la sentencia, aunque deje a salvo el buen nombre y honor del futbolista, no borrará los insultos, los ninguneos y las descalificaciones. No repará los lazos rotos ni curará los sentimientos heridos.

La única forma de hacer justicia en este caso es que Messi decida marcharse y vivir en un país más civilizado, en donde las rivalidades absurdas no trastornen a los magistrados hasta el punto de hacerles perder la cabeza y los celos futbolísticos no se diriman ante los estrados de un tribunal sino once contra once.

No hay que cerrarse a esta posibilidad ni ver la salida de Messi como una catástrofe. Si todo el mundo ha visto con buenos ojos que la Infanta Cristina, junto a su marido y sus hijos, establecieran un día su residencia en Ginebra, para huir del ruido mediático del caso Nóos, ¿por qué motivo habría de serle negado el mismo derecho a Messi?