Abogados de un argumento falaz

«La Constitución de Salta vuelve a estar condenada a interpretaciones falaces» es el título de un artículo que, con la firma de Matías Beltrán, publicó Iruya.com. Al momento de definir el término «falacia», los principales diccionarios de filosofía remiten a «paralogismo» y «sofisma», dos conceptos afines. En épocas de crisis y decadencia los sofistas y los sofismas brotan como hongos después de la lluvia. La degradación institucional de Salta está siendo acompañada por la decadencia intelectual y por el repudio a los valores, incluida la verdad.

Los argumentos que, en agosto de 2003, usaron los convencionales para habilitar un tercer mandato del actual gobernador de Salta son falaces, como bien dice en ese artículo Matías Beltrán. Esos mismos argumentos acaban de ser repetidos textualmente por tres abogados vinculados al gobierno de Salta para justificar la posibilidad de que el actual vicegobernador Walter Wayar, que hace doce años ejerce esas funciones, ahora pueda ser candidato a gobernador, inaugurando así la era de la «sucesión recíproca».

En sus respectivos pasos por la Facultad de Derecho, los abogados Oscar Pedro Guillén, Marcelo O'Connor y Guillermo Martinelli, no parecen haber abrevado demasiado en la Filosofía del Derecho y tampoco en la Filosofía a secas. Guillén es secretario de Derechos Humanos de Salta; O'Connor fue ministro de la Corte de Justicia del gobierno de Roberto Romero y Martinelli fue diputado provincial oficialista y convencional constituyente provincial en el año 2003.

Me temo que, aunque esos voceros del oficialismo local lo hubieran hecho, no habrían incursionado en estos conceptos y, mucho menos todavía, hubieran rechazado su empleo al momento de argumentar. Conviene recordar que, finales del siglo XVIII, Jeremías Bentham (1748-1832) escribió su «Tratado de sofismas políticos».

Lo falso disfrazado de verdadero

«El sofisma es un argumento falso revestido de una forma más o menos capciosa. Es una opinión falsa que se emplea para alcanzar algún fin», anotó Bentham. A falta de buenos argumentos, se suele recurrir a los sofismas. Hay sofismas que reinan particularmente en el foro: es allí, explicó, «donde se presenta desenfadada y descaradamente como auxiliar de las malas causas».

Según Ferrater Mora el sofisma es una refutación aparente, mediante la cual se quiere defender algo falso o confundir al contrario. «Es un razonamiento falso, formulado con conciencia de su falsedad. La sofística es la actitud de quienes buscan imponer sus argumentos apelando a una apariencia de verdad donde el afán de despliegue retórico desplaza a la búsqueda de rigor y de verdad». Los sofistas no son una flor del aire. Aparecen, crecen y se reproducen al calor de las crisis y de las decadencias. Ellos son un síntoma de esos procesos de degradación.

La lectura del artículo de Beltrán no sólo me transportó a la compañía de Bentham sino también a la de algunos de clásicos juristas como Scaccia y Calamandrei. Ambos aparecen mencionados en una obra de Juan C. Hitters quien, hace años, fue ministro de la Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires. En su libro «Revisión de la cosa juzgada», Hitters reproduce opiniones de Scaccia y de Calamendrei que podría haber citado Beltrán en su artículo.

La verdad hecha a medida

Scaccia escribe: «La cosa juzgada hace de lo blanco negro; origina y crea las cosas; transforma lo cuadrado en redondo; altera los lazos de sangre y cambia lo falso en verdadero». Refiriéndose a esto, en su «Elogio de los jueces», Calamandrei explica: «El aforismo tan estudiado por los doctores hace hoy sonreír; sin embargo, pensándolo bien, debería hacer temblar».

El juez tiene efectivamente como el mago de la fábula, el sobrehumano poder de producir en el mundo del derecho las más monstruosas metamorfosis, y de dar a las sombras apariencias eternas de verdades; y porque, dentro de su mundo, sentencia y verdad deben en definitiva coincidir, puede, si la sentencia no se adapta a la verdad, reducir la verdad a la medida de su sentencia.

Adaptar la cabeza al sombrero

O, para decirlo en una expresión a gusto de Arturo Jauretche, es aquello de adaptar la cabeza al sombrero y no el sombrero a la cabeza. Los abogados defensores de la reelección sin límites y, ahora, de la «sucesión recíproca» se ocuparon y se siguen ocupando de ajustar la Constitución de Salta a la medida de los intereses del grupo económico que desde hace doce años gobierna esta Provincia.

Para cumplir la tarea encomendada deben, y creen que pueden, reducir las reglas del juego democrático y republicano, incluyendo las normas constitucionales, a la medida del encargo y a gusto del que hace ese encargo.

(*) El presente artículo fue publicado originalmente por Iruya.com el 31 de mayo de 2007