Diego Maradona, sentimiento e ideología

  • La inesperada muerte de Maradona ha sumido en la tristeza a tres cuartas partes del planeta. Y ha servido, además, para confirmar que su extraordinaria dimensión futbolística es y será para siempre más luminosa que la confusa galaxia de miserias, contradicciones y excesos que envolvió su complicada y desordenada existencia.
  • Frente a la muerte, respeto

Maradona ha unido al mundo más que la pandemia. Su última jugada ha paralizado al universo de una forma que difícilmente quienes le sobrevivimos podremos olvidar. Cuando su frágil corazón se detuvo finalmente, a todos, incluidos los que no lo querían bien, se les congeló el aliento. La muerte de un ser humano, en vez de provocar orfandad y ausencia, estaba dejando paso a una presencia perdurable, sellando incluso en la memoria de quienes no llegaron a conocerlo -y aun de quienes le odiaban- la imagen de un ser único e irrepetible. Quizá solo le faltaba morirse para que nos diésemos cuenta de que era mucho más grande de lo que su vida escandalosa se empeñaba en desmentir.


Los que lo vieron en la cancha, los que lo sufrieron como rivales y aquellos a los que hizo llorar con sus piruetas endiabladas y enardeció con su valentía jamás pensaron que el deportista extremo pudiera llevar dentro de sí a un hombre moderado. El destino quiso que Maradona fuese excesivo casi en todo y su pensamiento político no podía ser la excepción. Así como nadie podría imaginar hoy a un Maradona centrado, discreto y conciliador, tampoco nadie en su sano juicio se habría imaginado a un Maradona estacionado en la extrema derecha o admirador del fascismo. Diego fue en este sentido fiel a sus orígenes, y su forma de pensar y de sentir en política puede ser criticada por su falta de acierto o de oportunidad histórica pero jamás por su falta de sinceridad.

Con esto quiero decir que Diego Maradona fue amado e idolatrado incluso por quienes no comulgaban con él en su forma de pensar y de actuar. Pero no fue ni un amor ni una idolatría corriente sino algo bastante más consistente y trascendente. Esos sentimientos que despertaba Maradona solo los podía generar él, y él lo sabía.

A muchos les emocionó la imagen de dos hombres adultos, uno con la camiseta de Boca y otro con la de River, llorando abrazados el uno al otro frente a la Casa Rosada. Si bien esta es una metáfora casi perfecta de lo que la figura de Maradona forjó en el alma de la hinchada argentina, me quedo con el respeto y la caballerosidad de los ingleses y neozelandeses que le rindieron unos homenajes que casi ningún argentino hubiera imaginado. Momentos antes de que empezara el partido entre el Manchester City y el Burnley, las pantallas gigantes del Etihad Stadium mostraron aquellos diez segundos mágicos del 22 de junio de 1986, cuando después de gambetear a medio equipo de Inglaterra, Maradona tocó el cielo con las manos y venció por segunda vez a Peter Shilton. Sí, fueron los ingleses. ¡Y todavía en la Argentina seguimos gritando aquello de «el que no salta es un inglés»!

Emocionante fue el homenaje de los fieros All Blacks antes de su partido contra Los Pumas, como decepcionante el silencio y la frialdad de quienes vistieron la camiseta nacional. Emocionante fue la carta que el presidente francés Emmanuel Macron envió a su colega argentino en la que describió con asombrosa precisión la personalidad y elogió el talento del ídolo muerto. Emocionante la decisión del Napoli de pedir que el estadio San Paolo sea llamado con el nombre de Maradona. Hay que estar en la piel de los italianos para darse cuenta lo que significa que alguien pida quitar el nombre de un santo -apóstol de los gentiles, muerto en Roma- para poner en su lugar el nombre de Maradona.

Emocionante fue la foto que publicó Brian May en la que se ve a Maradona con Queen, incluido Freddie Mercury, vestido con la camiseta de la Selección Argentina. Emocionantes fueron las palabras de David Beckham en las redes sociales tras la muerte de Maradona; como lo habían sido antes las de Terry Butcher, cuando a más de treinta años de aquel partido reconoció que todavía tiene pesadillas con aquel gol, en el que Maradona voló como un ángel sobre los desconcertados defensores ingleses, incluido el propio Butcher que intentó derribarlo antes de que batiera a Shilton. «En otras circunstancias me habría parado a aplaudirlo», reconoció el defensor inglés.

Tan emocionante como todo lo anterior es la foto que los hermanos Gallagher (Noel y Liam), profundamente enemistados entre sí desde hace años, publicaron para homenajear al ídolo muerto.

No me caben dudas acerca de que algunos de los poderosos a los que Maradona les plantó cara (los fallecidos Joao Havelange o Josep Lluís Núñez o los sobrevivientes Sepp Blatter, Corrado Ferlaino, Antonio Matarrese o Mauricio Macri) habrían (o habrán) tenido el mismo gesto reverencial de Terry Butcher.

Nos llenamos la boca y maquillamos nuestro entendimiento pensando que «el mundo» no comprende lo que significa Maradona para los argentinos. Pero aunque esto pueda ser cierto, más cierto es todavía que los argentinos no comprendemos lo que Maradona significa para el mundo. ¡Y para nuestros grandes rivales deportivos! Los medios ingleses, con la BBC a la cabeza y con la sola excepción del Daily Telegraph se han rendido a los pies de Maradona. Lo mismo han hecho los medios del Brasil y los futbolistas más destacados de ese gran país. Es injusto que como hinchas descarguemos nuestra ira y nuestra frustración contra estos pueblos o contra sus deportistas, que tienen más en común con nosotros que lo que alcanzamos a imaginar. Por ejemplo, la admiración hacia Maradona y la pasión por el fútbol.

Como escribí en un tuit reciente, Diego Armando Maradona fue el hombre más importante de mi generación. No tengo la menor duda de ello. Reconozcamos que los dos últimos presidentes que ha tenido la Argentina (que tan solo nacieron unos meses antes que Maradona) no le llegan a ni a la suela de su botín derecho (el menos glorioso). Diego se ganó a pulso un lugar en la historia y superó no solo a políticos, sino también a artistas, intelectuales y científicos, de su época y otras épocas también. Sé que esto parece injusto y hasta desproporcionado, pero es que la sensibilidad popular tiene razones que la razón no entiende. Después de Maradona, no solo el fútbol no fue ya igual que antes. Con él nació un país diferente, aunque muchos no lo quieran admitir.

Maradona trascendió a la política, a la religión y al deporte, pero reunió en su breve humanidad a casi todo lo que mueve los sentimientos populares. Él es el símbolo de una Argentina continua y constante como el tiempo cambiante. Se le reprochan -con justicia, además- un sinnúmero de defectos, pero él se sabía poseedor de ellos y no deseó nunca convertirse en ejemplo para nadie. Además, quienes se ensañaron con él y lo despellejaron en vida eran en su gran mayoría personas que nunca pudieron con las suyas propias y que estaban muy lejos de ser los autorizados a lanzar la primera piedra.

La partida de Maradona ha removido sentimientos, y mucho me temo que estos sentimientos han sido más profundos que los que en su día pudieron movilizar los fallecimientos de Carlos Gardel, de Eva Perón o del mismo Perón. Yo mismo he sentido cosas que ni siquiera sabía que existían o que yo podría experimentar. A mucha gente le ha pasado lo mismo y pienso que se debe respetar su decisión de no expresarlo.

Como argentino, prefiero olvidarme de las tristes imágenes del velatorio frustrado en la Casa Rosada y quedarme con esa demostración casi unánime de congoja de quienes, dentro y fuera de la Argentina (pero especialmente fuera) elogiaron sin reservas al artista de la pelota y se olvidaron por un momento de su rebeldía, de su carácter contestatario y de sus conocidos excesos. Pienso -y espero no equivocarme- que el impacto y la repercusión de la muerte de Maradona han sido mucho mayor que los que provocaron en su día el tristísimo fallecimiento de Diana de Gales, que marcó seguramente un antes y un después en la historia de los grandes atrasos de los mitos populares, y el de Marilyn Monroe, que estremeció al mundo. Si un futbolero empedernido como Elton John no ha escrito para Diego Maradona una balada fúnebre, es porque esta contingencia histórica lo ha sorprendido un poco mayor ya.

Desde luego, no espero que nadie más lo vea de este modo. No espero la aprobación ni el aplauso de nadie. Los sentimientos por los fallecidos son personales e intransferibles. Los míos lo son y siempre lo serán.