Del Ser en cuanto Ser

  • El título de este trabajo indica con bastante precisión que se trata de reflexiones referidas a lo que Andrónico de Rodas, ordenando los libros de Aristóteles, denominó Metafísica, porque se trataba del libro que colocaba después de la Física. Como quiera que fuere, lo que se viene admitiendo desde entonces es que la Metafísica contiene todo pensamiento o reflexión filosófica y no sólo lo referido a la Ciencia del Ser en cuanto Ser, que es el título y contenido de su texto, tal y como lo denominó Aristóteles, su autor.

Tomando como punto de partida esta aclaración queda claro que reflexionaremos acerca del Ser, y para ello, acudiremos a las tres dicotomías de Aristóteles, porque en ellas están contenidas todas las modalidades del Ser, que son éstas.


Esencia-Naturaleza Sustancia-Accidente Acto-Potencia.

Esencia y naturaleza

A modo de Prólogo, una primera reflexión: el conocimiento del Ser se puede llevar a cabo solamente desde un punto de vista humano, dado que al día de hoy no es posible llegar a proponer afirmaciones indubitables acerca de la posibilidad de que todo Ser vivo, incluyendo a los vegetales y animales, tengan o dejen de tener la posibilidad de poseer una suerte de capacidad gnóstica que les permita separar vitalmente su “sí mismo”, su “yo”, de una realidad que la asuman como “lo otro”. Está claro que los animales, unas especies más que otras, tienen la facultad de acercamientos a los humanos con ciertas dosis de entendimiento. Así, los animales domésticos llamados “mascotas”, a los que por algo se les conoce como animales de compañía, los loros “hablan”, los primates tienen movimientos reflejos similares a los humanos y en cuanto a las plantas, muestran ciertos hechos singulares que tienen que ver con la comunicación, de modo evidente si se asume la costumbre de hablar con ellas o entretenerlas con música. Se lo puede advertir si se tiene la paciencia de indagar en el tema. Dicho lo cual, el que ahora iniciamos es un estudio reflexivo referido de modo exclusivo a la realidad captada por el conocimiento del ser humano, bien entendido que no abarca la totalidad de la realidad de la Creación, que está compartida con ejemplares de especies diferentes (animales y vegetales, como se dijo). De lo dicho resulta que la realidad absoluta que ostentan los Seres vivos, al día de hoy no permite afirmar que sea captada por alguna otra especie que no fuere la humana.

Son conocidos los estudios sociológicos en los que se suele distinguir dos etapas vivenciales del Ser humano: la del hombre primitivo y la del hombre histórico. El hombre primitivo formaba parte de su entorno, junto a los árboles, los ríos, la tierra…, mientras que el hombre histórico nace en el mismo instante en que asume el convencimiento de que su “sí mismo” está totalmente desgajado de la realidad única que lo engullía, hasta entonces, en un todo sin que hubiera un solo ejemplar de cualquier especie de la Creación que fuera capaz de verse “frente” y no “engullido” por la realidad circundante.

Entrando en el tema de la Esencia y la Naturaleza del Ser, es recurrente descubrir que no son pocos los autores que siguiendo interpretaciones desde siempre poco cuidadosas a nuestro entender, identifican los conceptos de Esencia y Naturaleza como intercambiables, cuando, bien vista la cuestión, se trata de dos aspectos totalmente diferenciados, ya que la Esencia es la realidad del Ser en su aspecto identitario mientras que su Naturaleza se acerca más a su existencia en la realidad tangible con todos sus accidentes. En ambos casos se trata del mismo Ser, sólo que puede ser abordado por el conocimiento humano desde dos puntos de vista diferentes. Lo tangible y lo intangible.

Quizá para una más accesible comprensión de estas dos modalidades debamos acudir a estas dos categorías del modo de ser del Ser. Se podría decir que la Esencia del Ser puede estar mostrándose como un concepto y por lo tanto como una realidad intangible, mientras que su Naturaleza está afirmada en la Creación; esto es, con su cualidad tangible que puede ser captada por los cinco sentidos de la especie humana.

Un mismo Ser puede manifestarse al conocimiento de ambas maneras y seguir siendo el mismo Ser, porque quien mantiene estas dos modalidades no es el Ser por sí mismo en razón de sus potencialidades, sino las potencialidades del Ser humano que puede conocer, eligiendo libremente un término de la opción.

En la antigüedad se decía “seres espirituales”, lo que da la idea de intangibilidad, con la que nosotros trabajamos.

El concepto y la idea son modalidades de los Seres intangibles porque no tienen realidad corpórea y por ello, no pueden ser captados por otras mentes sino por aquellas que le dan existencia y donde habitan. De esta intangibilidad se pueden obtener dos modalidades del Ser: una es la cualidad de intransferible porque es una actividad mental asumida por una persona, y en ella queda la totalidad de la realidad captada por el concepto, tal como ya dijimos; y la otra, consiste en la posibilidad de hacer uso de ese concepto una vez se haya expandido como conocimiento cierto entre los seres humanos. La aptitud de transferencia a otros Seres humanos demuestra una cierta cualidad de socialización del contenido del concepto, aunque siempre su creador tendrá la facultad de guardar en su mente las cualidades que le dieron nacimiento sin transferencia alguna. De ello resulta que la modalidad tangible de un Ser posibilita un camino hacia su intangibilidad. O dicho de otro modo, un Ser puede ser esencialmente tangible (un roble, un álamo, un jacarandá, una encina, etc.) y mediante la creación de un concepto se convierte en el contenido de un ser plural como en este caso es el árbol, donde no está presente ningún accidente del Ser tangible.

Por ejemplo: si pensamos en el contenido de la palabra árbol, habremos sustraído de todos y cada uno de los árboles (Seres tangibles), sus accidentes y cualidades propias para obtener su esencia, que es lo que conforma el concepto. Está claro que para obtener un concepto (árbol, mujer, casa, caballo, mesa, etc.) se debe apoyar el conocimiento en seres tangibles, ya que resulta imposible partir de Seres intangibles para obtener Seres igualmente intangibles.

El concepto se logra desgajando de una especie tangible, todos sus accidentes en términos aristotélicos, lo que precisa de un proceso intelectual que capte los accidentes de la especie mediante los sentidos y los separe de su realidad tangible, de manera que quede desnuda de accidentes lo que es la esencia de esa especie con lo cual se habrá obtenido un concepto de árbol que consiste en la esencia de la especie, que es en este caso: raíces, tronco, ramos, hojas, flores y frutos. Estos elementos de la esencia árbol, como las hojas, las flores y los frutos, a veces suelen estar ausentes en el concepto. Curiosamente, hay ciertas especies vegetales que precisan para dar frutos, la cercanía de dos árboles de sexualidad diversa; así, por ejemplo, los aguacates o paltas.

En cuanto a la idea, originariamente es un Ser intangible porque su existencia no proviene de la realidad tangible sino que nace, vive y muere en la mente de quien la creó. Queda claro, pues, que la diferencia entre concepto e idea es que la idea no procede de Seres tangibles sino de la imaginación de su autor, mientras que el concepto –como se dijo-, proviene de Seres tangibles y por lo tanto, captados por los sentidos del Ser humano. En ello se diferencian, y se asemejan en virtud de que ambas realidades del Ser (idea y concepto) son intangibles.

La idea, al igual que el concepto, tiene un buen grado de socialización, siempre que su autor la transfiera al exterior. En este caso, la idea cobra vida en otras mentes de Seres tangibles que sepan asimilarla correctamente y trabajar con ella convertida en tales casos en la semilla que fecunda los inventos que proporcionan progresos aprovechados por las generaciones dedicadas a fecundar tales ideas, y las futuras que se benefician de lo ya hecho y prosiguen con la tarea de mejorar la vida de la especie humana. Por ello se dijo con acierto que toda obra viene precedida por una idea, sea obra artística, literaria, de servicio como una usina o de ocio como un campo de fútbol.

En definitiva, la esencia es la identidad básica de cada Ser, con independencia de su condición y accidentes. Es intangible pero transferible a otros Seres mediante su capacidad de socialización.

La esencia es una idea, y por lo tanto no puede estimular a los sentidos del Ser humano ni siquiera cuando se expande mediante su virtud socializadora, salvo que la idea se haya utilizado para crear objetos o cualquier otro artilugio útil para mejorar la vida del Ser humano como se acaba de explicar. Sin embargo, en este caso, la idea está contenida en el artilugio creado y por lo tanto ha dejado de ser una idea primigenia para convertirse en un Ser tangible creado con material de otro u otros Seres tangibles; por ejemplo los electrodomésticos o una central eléctrica o nuclear, un misil o un biberón.

Sustancia y accidente

La segunda dicotomía trata del Ser tangible, en sus dos modalidades. Podríamos decir que la sustancia proviene de la esencia en su concepción más cercana, porque en ambos casos la palabra se dirige a señalar lo primigenio del Ser.

La otra modalidad es el accidente en el sentido de modificaciones de la composición del Ser u ocasionalmente su desaparición a causa del ímpetu del accidente ejercido sobre la estructura del Ser.

La sustancia, pese a su semejanza con la Esencia, difiere en que se trata de un Ser tangible. Todo Ser tangible será siempre ostensible y por lo tanto, captado por los sentidos del Ser humano. La sustancia lo es porque, si por ejemplo hablamos del agua potable, podemos afirmar de su sustancia, que es líquida, insípida y transparente. Si se produce un accidente por el que se ausenta alguna de estas tres cualidades o se modifica la sustancia por la introducción de un nuevo elemento o alteración de los existentes, en el caso del agua, por ejemplo incorporando sal, dejará de ser agua potable en tanto Ser sustancialmente originario, pero seguirá siendo el mismo Ser con una alteración de su estructura molecular producida por el movimiento de un elemento perturbador de su sustancia.

En cuanto al accidente, no debe ser entendido en todos los casos como un acontecimiento que tiene la virtud de destruir total o parcialmente la sustancia del Ser, sino más bien y aunque a veces acontezca esta circunstancia, la mejor definición es la que se dirige a entender que se trata de una singularidad propia de cada sustancia y añadida a ella, no como un suplemento, sino como un complemento. ¿Cuál es la sustancia de la piedra de río? Dureza, color gris, humedad y una existencia perdurable por su contextura, pues existe mucho más tiempo que un gran número de Seres contingentes. ¿Y la sustancia del Ser humano? Nacer, crecer, reproducirse y morir. ¿Y sus accidentes? Piel negra o blanca, alto o bajo, culto o ignorante, casado, soltero o viudo, decente o delincuente…

Así como la sustancia de cada especie es la misma en todos los Seres que la componen (en el Ser humano el nacer, crecer, reproducirse y morir), los accidentes son singulares en cada sustancia, en cada Ser, y podría decirse que los accidentes son los componentes de la sustancia del Ser que dibujan su personalidad singular a los ojos de todos los demás. Personalidad que es absolutamente propia e intransferible, distinguiéndose de las características igualmente singulares que ostentan cada uno de los demás componentes de la misma especie. Es decir, que la singularidad de cada Ser humano se perfila a los ojos de los demás componentes de la especie por las singularidades de sus accidentes, ya que la sustancia es la misma en todos los miembros de esa misma especie.

Por todo lo dicho en este apartado, la sustancia y el accidente son Seres tangibles, según nuestra designación gramatical.

Acto y potencia

El acto implica movimiento y por ende, es un Ser que forma parte de los Seres tangibles que ostentan esta cualidad o accidente, y constituyó en el pensamiento antiguo una fuente de desencuentros filosóficos dado que habían pensadores que como Parménides que negaban su existencia como parte estructural del Ser, mientras Heráclito rebasaba la contradicción con otro exceso. Lo cierto es que quizá no haya un componente del Ser que se manifieste con mayor claridad para caer bajo la captación de los cinco sentidos del Ser humano, que el movimiento.

Hay seres en la realidad que tienen la facultad de cambiar de lugar por sí mismos mediante el movimiento de su sustancia, especialmente los humanos, los animales y algunos vegetales, que sin moverse, trasladan con ayuda del viento sus genes reproductivos a grandes distancias, mientras que otras variedades lo hacen valiéndose de la colaboración de los animales como porteadores de sus genes, sean cuadrúpedos o insectos voladores.

El acto de los Seres tangibles permite el movimiento de la Creación, porque sin movimiento ésta sería una masa informe petrificada en el tiempo sin otra existencia que la de perdurar sin alteraciones de cualquier clase. Una realidad donde no cabrían los Seres de movimiento autónomo, es decir, los Seres humanos y los animales. Y ello es así, porque está en la sustancia de estas dos especies el movimiento.

La potencia implica futuro, Ser en ciernes (un paisaje al óleo que no está terminado, un bebé no nacido, una novela inconclusa…). Como quiera que fuere, la potencia es a la realidad completa del Ser tangible, un proyecto en marcha o detenido en su ejecución. Se podría decir que la potencia significa pura y simplemente una idea, ya sea con o sin ejecución iniciada. Pero siempre ha de constituir un Ser intangible. El tema de la idea y el concepto lo tenemos tratado más arriba bajo el epígrafe esencia y naturaleza.

Para que la idea tenga existencia como potencia es preciso que la sustancia de una especie cualquiera del Ser, sustente la facultad mental o accidente de tal sustancia, como para generar un Ser intangible que manifieste su existencia en la mente de quien la piensa. Como se dijo al comienzo de este trabajo, de momento solamente podemos afirmar indubitablemente, que es el Ser humano la única especie y por lo tanto el único Ser de la Creación con capacidad de pensamiento para conocer su realidad y una virtualidad permanente para crear ideas.

Uniremos al tema de la Idea, el tema de la Nada, para concluir afirmando que la potencialidad de la Idea de la Nada es provechosa de un punto de vista religioso, según se verá.

Ocurre con la Nada que todo el mundo habla de ella y nadie lo hace con certeza porque evidentemente aunque con signo negativo, es un Ser porque es una idea y no es baladí precisar el alcance de esta cuestión. Si pedimos una definición se nos da por respuesta una explicación que en términos más o menos generalizados responde la gente que “en la nada, nada hay”; o sea, que se define a la nada como una ausencia de Seres tangibles en un espacio dado, o lo que es lo mismo que definir con los términos de lo definido.

Es difícil definir un Ser intangible de signo negativo porque en principio demuestra su disconformidad en razón de que lo negativo es propiamente una negación de la existencia del Ser, algo que no se puede admitir porque es un Ser sostenido por una idea. Por lo menos, quien piensa en la nada está creando una idea alojada en su mente, aunque la primera impresión y tal vez la única persistente es que la nada al menos implica un espacio vacío; esto viene a demostrar que la idea es un Ser que puede haber sido creado defectuosamente, sin que por ello deje de ser un Ser. No obstante, es la idea de la nada, contradictoria con la evidencia de que un Ser aunque intangible no puede estar sostenido por la existencia de otro Ser de la misma especie. La nada no puede ser un espacio vacío porque el espacio es propiamente otra idea, y no es posible solapar una idea intransmisible en razón de su contenido, con otra idea igualmente intransmisible por la misma razón.

Lo cierto es que la nada puede ser explicada por la gente que tiene una idea personal e intransferible de lo que es, pero carece de la posibilidad de definirla por su contenido negativo, tal como se dijo. No obstante, es posible obtener una definición de la nada partiendo de una precisión que tienen los físicos en cuanto al instante inmediatamente anterior al Big Bang cuando lo determinan con la frase: punto masa de volumen cero.

Esta definición puede servirnos inmejorablemente para definir la nada. El punto masa lo utilizaremos para indicar que todo el Universo estaba contenido en un solo punto que se supone sería necesariamente de un peso colosal y en cuanto a su tamaño y densidad, igualmente escandalosamente enorme; sin embargo no es así, porque el volumen es igual a cero. Para entender más eficientemente esta cuestión, es necesario desvincularla de sus condiciones útiles a la física cuántica o incluso la astronomía, y dedicar su contenido gramatical exclusivamente a su autonomía gramatical. Así, pues, un punto masa que nosotros estamos utilizando para definir la nada, es donde se concentra todo el universo potencialmente, inmediatamente antes del Big Bang. Luego nos preguntamos qué dimensiones tiene ese punto masa y la respuesta es cero en el sentido matemático, desechando el significado del frío absoluto.

En definitiva: si el momento inmediatamente anterior al Big Bang o al acto creador del Ser Supremo, en cualquiera de los dos casos (físico o religioso) siempre se tratará de un punto donde se aloja todo el universo inmediatamente antes de convertirse en la totalidad del Ser creado y es su tamaño y densidad con volumen equivalente al cero matemático. He ahí, la nada: un Universo comprimido en un solo punto que carece de volumen.