La ministra Bibini y el empleo basura en Salta

  • Al inventarse el concepto de ‘trabajo de calidad’, la Ministra de Trabajo ha dejado flotando la idea de que el empleo actual disponible en la Provincia no reúne los requisitos mínimos de protección, de remuneración y de inclusión social.
  • A buen entendedor...

La Ministra de Producción, Trabajo y Desarrollo Sustentable del gobierno provincial de Salta, señora Paula Bibini, ha reconocido -bien que de forma implícita- que la calidad del empleo que se genera en Salta es deficiente.


A esta conclusión se llega después de leer las declaraciones de la señora Bibini con ocasión de la presentación de una iniciativa del gobierno local para incentivar el establecimiento de nuevas plantas industriales o la expansión de las existentes.

En estas declaraciones, la ministra ha dicho que la intención de su gobierno al poner el dinero para las subvenciones es la de que «se generen trabajos de calidad, lograr la inclusión social y desarrollar inversiones en toda la provincia».

Con facilidad se deduce pues que actualmente en Salta (1) las inversiones productivas se encuentran por debajo de la línea del desarrollo (de no ser así, el gobierno no gastaría dinero en incentivar la inversión del modo y con los argumentos con que lo está haciendo), (2) quienes actualmente trabajan (y con más razón quienes desean hacerlo y no encuentran un puesto de trabajo) no acceden sino dificultosamente a la inclusión social, y (3) los puestos de trabajo creados en el contexto del infradesarrollado sistema de inversiones actual son de mala calidad.

Bibini no ha definido lo que considera «puesto de trabajo de calidad», pero si lo hubiera hecho habría sido más peligroso todavía. Es decir, que si decía que el programa de su gobierno busca puestos de trabajos con una remuneración adecuada, un régimen de jornada moderado, una protección social desarrollada o con derechos laborales que se respeten, estaría admitiendo que nada de esto tienen los que actualmente trabajan en Salta; ni siquiera los empleados en su propia empresa.

Tampoco ha dicho la ministra de qué forma va a asegurar que las nuevas empresas que se instalen en Salta respeten realmente los derechos de los trabajadores que contraten, sobre todo cuando se den cuenta que las demás no lo hacen y que el gobierno provincial mira para otro lado cuando los derechos laborales son violados.

Por lo menos, a la señora Bibini no se le dio por hablar de «trabajo genuino», como hizo algún antecesor suyo en el cargo, amigo de crear puestos de trabajos falsos y apócrifos.

Va a estar difícil que los agentes privados -aun incentivados por el gobierno- puedan superar la «calidad» de los puestos de trabajo públicos que crea y reparte con magnanimidad el propio gobierno, puesto que aquí sí que hay buen sueldo, poco trabajo, nulos controles de productividad y una garantía de estabilidad casi ilimitada. Cualquiera que en Salta deseara formular y llevar a cabo un plan de vida, se lo pensaría dos veces si la alternativa que tiene ante sus ojos es la de ajustar tuercas durante ocho horas por día en una fábrica de la periferia o surfear unas cuantas horas por la mañana en un céntrico escritorio burocrático, bien servido de café y amenizado por interesantes charlar conspirativas.

Aun así, a la señora Bibini se le ha disparado la tasa de desempleo a dos dígitos y desde que el INDEC ha publicado las cifras de la contabilidad laboral del segundo trimestre del año, la Ministra de Trabajo de Salta no ha dicho esta boca es mía.