
Desde temprana hora, Salta luce una «boina», aunque los salteños no se den cuenta o no la llamen por ese nombre.
Se conoce con el nombre de «boina» a esa especie de campana térmica que se forma en el cielo cuando se acumulan en altura los gases que produce la ciudad y que permanecen flotando gracias a las altas presiones atmosféricas y al fenómeno conocido como «inversión térmica», que ocurre, como es sabido, cuando hay una diferencia brusca de temperatura entre el día y la noche.
En Salta, a los humos habituales provenientes del tráfico rodado, se unen, en un día como hoy -1º de agosto, Día de la Pachamama- los de las quemas de basura y sahumerios domésticos. Este aire «sucio» y contaminado, que es más frío, no puede elevarse en una zona de inversión térmica, y por tanto, al no poder disiparse, permanece en el cielo, generalmente por varios días, hasta que la lluvia y el viento ayuden a limpiarlo.
Este fenómeno se produce con más frecuencia en ciudades con costa o cercanas a ellas, pero también en ciudades situadas -como Salta- en valles amplios y con zonas arbóreas abundantes.
La boina no solo reduce la visibilidad, irrita los ojos y el aparato respiratorio, sino que con frecuencia se dice que, en zonas muy pobladas, aumenta el índice de mortalidad.
A ello, se suma la creencia, cada vez más generalizada en Salta y buena parte del norte argentino, que las condiciones atmosféricas invernales de los valles de la región -que incluyen al temible viento zonda- tienen una estrecha vinculación con los suicidios.
Por eso, mientras quemamos, sahumamos y ahuyentamos los malos espíritus, no estaría demás pedirle a la Pachamama que, tras su adoración, nos acerque un centro de bajas presiones y, a ser posible, un buen frente frío, para que los aires renovados que generalmente traen los vientos del sureste dejen el cielo de Salta como nuevo, listo para volver a respirar como Dios -y la Madre Tierra- mandan.