
El señor Corimayo, un cerrillano de pura cepa (sus antepasados pusieron los cimientos de las primeras casas construidas con ladrillos en la hoy populosa Villa Los Tarcos), es un hombre controvertido.
Supo enfrentarse con la autoridad católica apostólica romana, recibió duras críticas por su ineficacia frente a las inundaciones y por su tolerancia ante las bailantas desenfrenadas. Incluso desde estas páginas se puso de manifiesto su indolencia ante el déficit que presenta Cerrillos en materia de nuevas tecnologías.
Hay además voces que le atribuyen (sin que haya constancia fehaciente de ellos) una tolerancia indebida frente a los excesos que en materia de precios de artículos de primera necesidad cometen varios comerciantes que suelen financiar sus campañas o integrar sus candidaturas.
El Intendente, además de iluminar parcialmente la Recta de Cánepa, exhibe con orgullo el asentamiento en su demarcación municipal de la primera Cárcel de presos federales, habla de una profunda reforma en su estructura de gobierno, intenta colaborar con los Convencionales que por estos días redactan la nueva Carta Cerrillana, y supervisa personalmente los operativos de la policía municipal sobre la ruta que atraviesa el pueblo.
Por lo que se refiere a la Carta, los desvelos del Intendente apuntan a convertir este antiguo pueblo (escenario de batallas históricas, de nacimientos ilustres, y de amores célebres, algunos de los cuales alentaron crímenes pasionales) en una ciudad con todas las prerrogativas anejas a este rango urbano.
Nuestras felicitaciones por la iluminación de la Recta de Cánepa van acompañadas de una respetuosa exhortación para que ponga fin a los excesos de las bailantas que amenazan con convertir a la futura ciudad de Cerrillos en el refugio de barras bravas y en recinto liberado a diversos vicios (el de orinar a ojos vista es el menor de ellos).
La iluminación disminuirá los accidentes de tránsito, permitirá visualizar mejor a los borrachos nocturnos, advertirá de la presencia de vacas y caballos sueltos, y los automovilistas podrán actuar preventivamente contra los excesos de ciertos choferes de SAETA.
Sufrirán, lamentablemente, los enamorados que solían expandir sus sanos sentimientos en los yuyarales cercanos y que precisan de la oscuridad.
Pero es el precio del progreso.