
El sector de la Juventud Radical de Salta que dirige el estudiante Matías Assennato, que ya había protagonizado una batalla perdida cuando el abogado Matías Posadas, funcionario del gobierno de Urtubey, les ganara un sonoro pleito judicial, ha vuelto a "salirse de la lógica", atacando al interventor Giubergia, al diputado nacional Ricardo Alfonsín y a los candidatos Diego Mariño y Carlos Humberto Saravia, a quienes niegan cualquier legitimidad, no ya como candidatos, sino como radicales y, sobre todo, como "auténticos alfonsinistas".
Los jóvenes radicales se declararon en rebeldía después de que la intervención pusiera límites claros al regreso a los primeros planos de la política salteña del exdiputado provincial José María Farizzano, quien en la década de los ochenta destacara por ser uno de los opositores más dóciles y ambiguos al gobierno de Roberto Romero (1983-1987).
Del otro lado, el acuerdo de los radicales con el Partido Propuesta Salteña (escisión del Partido Renovador de Salta, fundado por autoridades de la última dictadura militar) y el Partido Socialista, no deja de ser contemplado como una alianza contranatura. Los modestos resultados obtenidos por esta misma formación en las pasadas elecciones de junio, no auguran, precisamente, una milagrosa recuperación para unas elecciones provinciales que se han de celebrar en menos de dos semanas.
A diferencia de sus opositores "juveniles", los radicales oficiales intentan mostrarse en público con un discurso más moderno y actualizado, si bien con él no han sido capaces, por el momento, de conjurar las tensiones internas que, desde siempre, han hecho del radicalismo un partido que camina por la cornisa del caos y sobre el que pende la amenaza perpetua del cisma.