
En efecto, Massimo Tartaglia, el agresor ya detenido por la policía, lleva (por pura casualidad) el apellido de mi bisabuela paterna, doña Emmanuela Tartaglia, más conocida como "la del sorongo", por el peinado que la augusta italiana luce en un viejo retrato familiar que cuelga todavía de una de las paredes del "cuarto de afuera". El mismo apellido de mi tío bisabuelo, el apacible sacerdote salesiano Generoso Tartaglia.
Alguna confusión agrega el hecho de que Massimo Tartaglia haya sido calificado por la prensa italiana como "un psicolabile", lo que alguna prensa hispana no demasiado dúctil con el italiano ha maltraducido como "piscolabis", que significa algo bien diferente como todo el mundo sabe.
Por otro lado, se ha sabido en las últimas horas, que Tartaglia, el agresor, que no porta un sorongo físico sino más bien uno mental, había incubado su odio hacia el inquilino del Palazzo Chigi, entre otras fuentes, en el programa de televisión Anno Zero, que conduce otro ilustre "pariente" llamado Michele Santoro (apellido, en este caso, de mi abuela paterna, hija de la anterior).
El caso es que si uno valora los acontecimientos sin los debidos filtros históricos, puede llegar a la equivocada conclusión de que entre los Santoro y los Tartaglia se la han liado al Cavaliere Berlusconi y de una forma que éste tardará en olvidar.
Quisiera transmitirle al Primer Ministro italiano que la coincidencia de apellidos es meramente circunstancial y que los descendientes de aquellas obstinadas luchadoras italianas que desembarcaron en Salta hacia 1890, no son partidarios, en absoluto, de la violencia política. Que desdeñan, eso sí, los populismos, las francachelas, los yates privados, las acompañantes "de Estado", los tintes, afeites y maquillajes, las islas selectas y los valles escondidos, pero que prefieren las soluciones políticas y dialogadas, no sólo para los desencuentros políticos e ideológicos sino también para los enconos personales.
Lamento, pues, tanto la agresión política a Berlusconi como el hecho de que Tartaglia haya sido propuesto para ser ungido santo en Italia o que su perfil de Facebook haya subido hasta los 47.000 fanáticos. Ambos hechos, me dan la pauta de la grandes mentiras que hay detrás de Facebook, porque de los santos, mejor no hablemos. Es urgente la sanción de una norma contra la violencia en la web y otra que prohiba la canonización de personas que hayan ejercido algún tipo de violencia.
Para finalizar, es una pena que el Premier haya sido malherido por una réplica metálica del Duomo de Milán, una de las iglesias más bonitas de todas las muy bellas que existen en Italia y en el mundo. Después del suceso, ya hay quienes han propuesto al archipoderoso arzobispo de Milán (un papable por derecho propio) que las futuras réplicas del maravilloso Duomo se construyan con goma eva y no en acero templado.