
Es la penúltima prueba de la intrascendencia internacional de la Argentina, no sólo en el terreno económico sino en el de la política internacional.
A decir verdad, no son muchos los que están pendientes de las decisiones, de los aciertos y los desaciertos, de la presidente Kirchner. A pesar de los deseos más íntimos de la señora, su imagen internacional no puede despegarse de la del peronismo que ella pregona y ejercita, y no es novedad para nadie que "peronismo" es una palabra que -al menos en Europa- evoca lo peor del populismo latinoamericano.
La señora Kirchner, o su ministro de Economía, no necesitan hacer esfuerzos ni para descollar ni para dejar de hacerlo fuera de nuestras fronteras. Para algunos países que prefieren simplificar las complejidades geográficas, la Argentina simplemente no existe porque existen Brasil y Lula y porque la señora Bachelet en Chile tampoco lo viene haciendo del todo mal. Si a esto le sumamos que Brasil y Chile encabezan la clasificación para el Mundial de 2010 en Sudáfrica, el escenario internacional para nuestro país no puede ser más dramático.
Que los kirchners sean indigentes políticos a nivel internacional no es en sí mismo algo malo. Lo realmente perverso es que la inopia parece extenderse por toda la clase política argentina, en donde hasta los políticos que se habían labrado alguna fama de "corajudos", como el exministro de Economía Domingo Cavallo, parecen haber archivado sus propuestas "rompedoras" para reclamar -nada menos- ¡el regreso de Duhalde!
Una forma ciertamente exquisita de regresar al futuro.