
Tal vez haya cambiado la ley en Salta y los carros fruteros se hayan convertido en bienes registrables. Quizá los municipales, antes de certificar el buen estado de la fruta y la fidelidad de las básculas, le pidan al que tira del carro la tarjeta verde y el certificado de la inspección técnica. Muchos carros fruteros, antes de ser decomisados por inmundicia o por robo con la balanza, son enviados al taller de Llanos para cambio de bujes y extremos de dirección.
Los ingenieros sociales al mando del señor Isa deben haberse decidido por una inofensiva base de datos al enterarse de la extraordinaria belicosidad de estos fruteros ambulantes. Días pasados, un incidente vial entre un chofer de colectivo y uno de estos carros, convocó inmediatamente a una patota de fruteros que agredieron de modo salvaje al trabajador, enviándolo al hospital en muy mal estado.
Si los carros fruteros son malos para la seguridad vial, para la limpieza de la ciudad, para su agradable vista, y, además, peligrosos para el consumidor, por razones de salud y de falta de transparencia comercial, las medidas que tiene que tomar la Municipalidad -además de decomisar y destruir los carros- son dos:
1) Bloquear el abastecimiento de fruta en los mercados centrales (ningún carro frutero vende productos de "su huerta"; la mercadería se compra a granel en lugares bien conocidos).
2) Fichar a los talleres metalúrgicos en donde se fabrican estos carros.
Por supuesto, estas medidas tienen que ir acompañadas de sanciones contundentes a los abastecedores de fruta (que todo el mundo sabe quiénes son) y a los fabricantes de carros.
Por cierto, no estaría mal tampoco cancelar la licencia al importador de esas engañosas balanzas peruanas que hacen pasar por kilo lo que no llega a los 650 gramos. Vender la fruta al peso es toda una sofisticación. En Salta ha sido tradición la venta por unidad o por docena.
Medidas eficaces, desde luego, sobran. Ahora que ¿una base de datos? ¡Por favor!