
Mientras que, el porcentaje en el orden nacional está por encima del 40%, aunque una de las quejas más reiteradas y fuertes del gobierno de Salta al de la Nación es la injusta distribución de los recursos a la Provincia y la negativa del gobierno de Kirchner a reformar la Ley de Coparticipación Federal. Por otra parte, el Municipio de Salta recibe también aproximadamente el 20% del total de recursos coparticipables, pese a que aquí se concentra casi la mitad de la población provincial.
La mitad de la porción
Antonelli indicó que, traducido todo esto a cifras absolutas, la Ciudad de Salta, con una población superior al 40% del total provincial, recibe aproximadamente $ 50.000.000 anuales de coparticipación cuando, cuando en realidad debería recibir $ 100.000.000, cifra que sería todavía mayor si en lugar de ese 20% que le corresponde como Municipio recibiera un porcentaje, en justicia, mayor. Según Antonelli la Ciudad de Salta debe recibir mucho más de $ 100.000.000 anuales, pero ahora recibe menos de la mitad.
Este hecho, el permanente recorte de la autonomía municipal y la fuerte subordinación de la Municipalidad a los dictados del Poder Ejecutivo provincial son claros síntomas de la deserción del gobierno municipal que, por una parte, no reclama lo que le corresponde y, por la otra, cede espacios a otros agentes: el transporte al Gobierno Provincial y la recaudación a las empresas privadas. Sólo falta que, finalmente, algún otro agente se haga cargo de la intendencia, dice Antonelli.
Campo e industria
Antonelli también opinó sobre la reedición y profundización por parte del gobierno de Kirchner del antagonismo entre la actividad agropecuaria y la industrial. Prácticamente desde el nacimiento de la Nación, en la Argentina se discute sobre si debemos inclinarnos por el campo o la industria, el proteccionismo o el librecambio. No es del caso preguntarse si la discusión tiene vigencia, porque relevante o no, la tiene y el nuevo ministro de Economía, Miguel Peirano, la ha revivido.
En cambio, sí es interesante tal vez preguntarse: ¿es pertinente, ya instalados en el Siglo XXI, seguir alentando esta antinomia que nos costó mucho retroceso como nación y sobre todo, muchos muertos?, dice Antonelli.
La razón de esta antinomia es que nuestro campo tiene ventajas comparativas formidables que le permiten producir en cantidad y calidad casi sin competencia a escala mundial y allí están nuestras carnes, o lo que queda de ellas, nuestro trigo, maíz, soja, etc..
En cambio, a nuestra industria le es difícil exportar porque el tipo de cambio al que podría hacerlo está muy por encima del que el agro necesita, con lo que el agro recibiría rentas muy elevadas y los productos agropecuarios, particularmente la carne, se vuelve cara para los bolsillos populares.
El tipo de cambio
Recordó Antonelli que la forma en que tradicionalmente se zanjaba esta disputa era, cuando gobernaban los agrarios, estableciendo un tipo de cambio solamente suficiente para exportar los productos agropecuarios lo que permitía un salario real alto pero en cambio un empleo bajo. Cuando ganaban los industrialistas, se establecía un tipo de cambio alto con retenciones para los productos agropecuarios y con esa renta el gobierno alentaba la industria, o elevaba el gasto público o alguna combinación de ambos.
¿Qué le conviene a la Argentina?, se preguntó Antonelli. Es claro que las ventajas del campo no pueden desaprovecharse, pero tampoco es sensato, ahora que se está en el modelo industrialista, volver a barrer todo lo que se ha hecho hasta ahora que no es solamente industrias sino turismo y actividades regionales que podrían literalmente fuera de competencia con un retorno al modelo agrario que elimine retenciones, lo que obligaría, además, a un ajuste fiscal inevitablemente recesivo.