
Es oportuno señalar que fue Kirchner quien condujo a sus fuerzas a esta situación. Lo hizo de táctica genial en táctica genial. La última había sido anticipar las elecciones de octubre a junio para evitar lo que avizoraba como una segura caída a fin de año. Lo que consiguió fue que la crisis política apresurara su ritmo y que las encuestas transparentaran la derrota cuatro meses antes. Fue con ese poderoso estímulo que Kirchner experimentó una nueva tempestad cerebral e imaginó una nueva genialidad táctica: construirse una barrera de protección formada por intendentes y gobernadores (en primer lugar, Daniel Scioli quien, si bien fue contaminado por el efecto K, particularmente en el clímax de la guerra contra el campo, conserva altas cifras de opinión favorable en las encuestas): lanzaría a alcaldes y gobernadores a postularse para cargos que jamás ocuparían con la finalidad exclusiva de sumar votos a su propia postulación y disimular un poco la caída nacional del 28 de junio. Animémonos y vayan, como hubiera dicho don Arturo Jauretche.
En términos institucionales, la táctica genial es un garabato, una caricatura: imponer candidatos que no están dispuestos a cubrir los cargos para los que se postulan es hacerle pito catalán a los votantes. ¿Alguien puede suponer que ese cuento del tío será soportado pasivamente por una ciudadanía lúcida y activa como la argentina?
Los voceros oficialistas argumentan la maniobra alegando la necesidad de plebiscitar al gobierno. En rigor, si verdaderamente quieren un plebiscito, la Constitución habilita a realizar consultas populares vinculantes y no vinculantes y la Ley 25.432 dispone sus condiciones. Si quieren un plebiscito sobre el campo, ¿por qué no consultar a los ciudadanos explícitamente? Si quieren un plebiscito sobre el gobierno mismo, ¿porqué no hacerlo? La pregunta no es difícil: ¿Aprueba Usted al gobierno K? Sí. No. Y a contar los votos.
Néstor Kirchner ha decidido eludir esa vía clara que le ofrece la Constitución, y pretende lanzar, en cambio, a gobernadores e intendentes a que sean ellos los que se plebisciten. El resultado podría determinar un desastre político-institucional más grave que el que ya han incubado los Kirchner. ¿Qué ocurriría, por ejemplo, si los gobernadores e intendentes llamados a hacer de escudos humanos del esposo de la presidenta perdieran esa elección paródica a la que les piden que se postulen? Quedarían extremadamente debilitados. Así, las jefaturas territoriales, que son una reserva de gobernabilidad en situaciones de crisis como la que se vive, serían inmoladas. La táctica genial por momentos evoca a Jim Jones, aquel santón iluminado que en Jonestone, Guyana, en 1978, sintiéndose amenazado guió a un millar de sus seguidores al suicidio colectivo.
Diferencia significativa: el peronismo rechaza el suicidio. En primera instancia, ante la presión de Kirchner, algunos de los líderes distritales omitieron sus reticencias. Otros las expresaron en forma paradójicamente sincera. Un caso fue el del intendente de San Vicente, Daniel Di Sabatino: "Si es necesario ser portero de escuela, vamos a salir colgados de la campana", dijo, tratando de expresar fidelidad. ¿Colgados? Eso es mentar la cuerda en casa del ahorcado. Otros fueron muy claros: Hugo Curto, intendente de Tres de Febrero le dijo a La Nación:. "Ser candidato sería faltarle el respeto a la gente de mi distrito". Jesús Cariglino, del municipio de Malvinas Argentinas, coincidió: "No voy a postularme. La gente me eligió para que gobierne hasta 2011. Debemos respetar los mandatos".
Néstor Kirchner no ignora, claro, el creciente recelo hacia su conducción que crece en las fuerzas que considera propias. Uno de los hechos que aguijoneó su última creación táctica fue, precisamente, la constatación de que esas fuerzas se encontraban en dispersión y cavilando la fuga. El esposo de la presidente viene intentando intenta desesperadamente con sus maniobras de las últimas semanas cerrar la retirada de sus propias tropas. Tarea cada vez más elusiva.
Curto y Cariglino, por ejemplo, han acompañado a Kirchner en otras cruzadas. Esta no les gusta. En la segunda mitad del siglo XIX, durante la guerra al Paraguay, al gobierno central, en Buenos Aires, le costaba formar sus ejércitos. Pedían voluntarios a las provincias, pero las fuerzas del interior, que no querían pelear contra Paraguay, desertaban y huían. Los voluntarios viajaban encadenados, engrillados. Sobre esos voluntarios verseó Fermín Chávez: Taboada, gobernador,/ escribiendo, cabecea:/ Le mando los voluntarios/ devuélvame las maneas . En estos tiempos sería difícil engrillar a tantos. Los gobernadores que ya han empezado a mantener reuniones preventivas, ante una crisis que avanza- toman distancia, cada cual con su estilo. No podemos suicidar al peronismo transmitió un jefe territorial, reclamando anonimato-. A esta altura los Kirchner se han convertido en nuestros propios activos tóxicos.
Los gobernadores y jefes territoriales de distritos fuertemente vinculados a la cadena de valor agroindustrial fueron los primeros que repararon en ese hecho. Ahora el efecto se expande, porque el gobierno central emprende guerras desatinadas, y no atina a combatir los desafíos que le propone la realidad.
Droga y dengue
Dos semanas atrás, los obispos advirtieron sobre la paz alterada en el país. Por su parte, los curas villeros, los sacerdotes que trabajan en las zonas socialmente más vulnerables, denuncian que en esos barrios de emergencia la droga ya está despenalizada y hace estragos: destruye a los adolescentes y a los jóvenes, aniquila familias. El paco, el porro y los pegamentos son epidemias de la miseria. Como el dengue. Esas plagas revelan el estado de la pobreza y la miseria en el país con más veracidad que las fábulas oficiales.
Sobre la droga, el gobierno central empuja oblicuamente la despenalización. En relación con el dengue, actúa con la misma actitud que ante la crisis económica: minimiza las cifras y repite como un mantra que se trata de un mal importado. Siempre la culpa la tiene otro. Entretanto, el mal avanza y las medidas para frenarlo y derrotarlo son obstaculizadas porque el gobierno no quiere llamar las cosas por su nombre y hablar de epidemia ni mucho menos- admitir la nula gestión con que afrontó el tema en distintos niveles de responsabilidad, empezando por el nivel nacional.
En sus preparativos para una guerra contra lo que sus usinas ideológicas definen como la coalición agromediática el gobierno, entretanto, se va quedando cada vez más aislado. Los últimos cambios en la cúpula de la Unión Industrial Argentina son, en ese sentido, reveladores: los sectores de la agroindustria duplicaron allí su representación (de dos a cuatro). Miguel Acevedo, de Aceitera General Deheza, será vicepresidente Primero y Adrián Kaufmann Brea, de Arcor, compartirá la conducción con Luis Betnaza, de Techint (una transnacional argentina sobre la que el kirchnerismo ha ejercido algunas presiones de enorme brusquedad: se la amenazó con expropiarla, según consignó en su columna dominical un periodista muy cercano a los Kirchner).
Aislamiento interno, reticencias crecientes en su propia fuerza, aislamiento internacional de la Argentina, crecientes tensiones sobre la gobernabilidad: hay señales elocuentes de que un modo de gobernar ha encontrado su límite.