La senadora nacional y candidata presidencial del oficialismo, Cristina Kirchner, quiere establecer el diálogo social entre el Estado, los empresarios y los trabajadores. Sería un cambio respecto del modelo que, en los últimos cuatro años, llevó adelante el presidente Néstor Kirchner
En su discurso de inicio de campaña la candidata oficial anunció su intención de promover el diálogo social entre el estado, los empresarios y los trabajadores. El objeto declarado de tal diálogo sería la continuidad y consolidación del actual modelo.
Si bien no podemos estar más en desacuerdo con este último objetivo y también con la visión corporativa que se deduce de los interlocutores propuestos, debemos rescatar como positiva la idea del diálogo en sí mismo. Sería un notable cambio respecto al estilo del actual presidente cuya continuidad desea encarnar su consorte. En estos cuatro últimos años ha brillado por su ausencia el diálogo desde el poder.
La carencia de comunicación y diálogo entre el presidente Kirchner y la sociedad, ha mostrado rasgos extremos como el de hacer retirar de la inauguración de la Exposición Rural a su secretario de Agricultura o el de nunca haber dado conferencias de prensa.
No se registra además prácticamente ninguna ocasión en que el presidente haya tenido la iniciativa de convocar a dialogar a la oposición o a instituciones representativas de la comunidad. Sólo ha habido pocas audiencias pedidas y aceptadas pero no convocadas, por ejemplo las de Mauricio Macri y Fabiana Ríos, luego de sus triunfos electorales en la Capital y Tierra del Fuego.
El monólogo ha sido la regla. Sospechamos además que tampoco existe un mínimo diálogo dentro de los propios estamentos del poder. En cuatro años no se llamó a ninguna reunión de gabinete.
El diálogo es un complemento esencial de los mecanismos de la democracia. Lo es tanto el diálogo vertical entre gobernantes y gobernados, como el horizontal entre sectores sociales que actúan y se expresan fuera de los partidos políticos representados en el Parlamento.
Son sectores tales como las ONG, los representantes del trabajo, de la empresa, de las profesiones, las minorías, las comunidades religiosas, etc. El diálogo no necesariamente implica el uso de mecanismos corporativos para sustituir el rol de las instituciones de la República y de la Constitución.
El pueblo no gobierna sino a través de sus representantes, pero se enriquece, reduce sus conflictos y facilita la acción de esos representantes mediante el diálogo entre los sectores e instituciones de la sociedad.
¿Cuáles son las condiciones para el diálogo social?
1 - El diálogo requiere un marco apropiado de paz social. No puede haber diálogo constructivo en un clima crispado por odios, resentimientos, divisiones, puños cerrados y dedos acusadores. El reconocimiento de las responsabilidades de todos, y no sólo de una de las partes, en los hechos dolorosos que marcaron el pasado argentino, es un paso necesario para comenzar a construir la convivencia y la reconciliación que nos permita transitar hacia un futuro mejor.
2 - La sinceridad y la buena fe la verdad - son condición esencial para el diálogo. Siempre habrá diferencias cuando existen intereses diversos y en conflicto. Pero la interpretación capciosa y deformada de la realidad dificulta la comprensión de los problemas y enerva las diferencias. El diálogo no podrá nunca fructificar si se disfrazan los efectos reales de las propuestas de cada uno. Las instituciones industriales no deben, por ejemplo, argumentar los beneficios de una alta protección o de los subsidios, como cuestiones de orden patriótico, ni tampoco la dirigencia sindical debiera exponer sus prerrogativas, o el monopolio de las obras sociales, como un beneficio para el trabajador.
3 El diálogo entre gobernantes y gobernados debe excluir todo clima de intimidación y de obsecuencia. No habrá diálogo sincero y fructífero si por las amenazas y el miedo a represalias, las instituciones temen decir públicamente lo que sus integrantes dicen en privado.
4 El diálogo es incompatible con la corrupción pública y privada. La práctica corrupta quita autoridad moral. La corrupción detrás de las relaciones entre quienes dialogan, le da a cualquier argumento entre ellos el sello indeleble de la hipocresía.
Vienen tiempos difíciles para cualquiera que gobierne la Argentina a partir del 10 de diciembre. Un diálogo social honesto debería ser un instrumento esencial para facilitarle el camino.
Hará falta un diálogo social honesto para las dificultades que vienen
Manuel Solanet
Visto: 1216