
Si mal no recuerdo las elecciones se adelantaron para concentrarnos rapidito en los efectos de la crisis y solucionarlos lo antes posible. Es aquí donde llega mi primera confusión: observo con preocupación que de lo importante los problemas del país y los ciudadanos se habla poco o nada. Escucho y leo sobre nombres, apellidos, listas, puestos, tensiones, encuentros, intercambios, descalificaciones y algún que otro insulto; mucho sobre lo que se nos avecina y poco o nada sobre en lo que estamos. Me sobran formas y me falta fondo.
Tratándose de unas meras elecciones legislativas uno se espera grupos políticos más o menos consolidados, como mucho algún que otro recambio de nombres a la cabeza de las listas. Ocurre todo lo contrario: del oficialismo al resto de formaciones políticas, aquí se ha puesto todo patas arriba. Pareciera que llega el fin del mundo; cenan, almuerzan, negocian, se enojan, se amigan: pon tú el cuerpo, que yo pongo el nombre; me hago disidente y te dejo por aquellos de enfrente; ponme a ese urgente, quítame de aquí a este otro. El Congreso y sus futuros ocupantes, comienzan sospechosamente a parecerse a los Hermanos Marx y su Camarote.
Cuando tratas de concentrarte para sacar alguna idea en claro, repentinamente te asaltan con las candidaturas testimoniales: votas por uno que no va a ocupar su cargo; se presentan, luego renuncian; este no va, en su lugar va su esposa; les necesito, votenme; luego ya dispondré de su voto como mejor se me ocurra; unos ponen el nombre, otros pondrán el cuerpo y ustedes mientras el voto. Pensándolo bien, entran ganas que los votantes se rebelen y se hagan testimoniales. Les sugiero que en la mañana del 28 de junio se intercambien el DNI entre todos y acudan los unos por los otros; así por lo menos todos jugaremos al mismo juego.
Por si el sufrido ciudadano, no tuviera suficiente con los políticos profesionales, aparecen o tratan de aparecer en las listas todo tipo de figuras colaterales: actrices, cantantes, piqueteros varios, sindicalistas, algún que otro banquero y familiares en primer, segundo y tercer grado. Trabajar en el Congreso se ha convertido repentinamente en un reality glamouroso y exótico.
Y para rematar como Dios manda el asunto, se vienen encima todo tipo de vaticinios y Apocalipsis varios: que llega la explosión, que viene el caos, que o se profundiza el modelo o se vuelve al 2001; no al 2001 no, ahora mejor vuelven los 90; que si el Tango 01, que si el helicóptero. Y yo me pregunto: ¿de propuestas y soluciones cuándo hablamos? De eso, de lo que nos preocupa a todos, todavía no se oye nada.
Lo dicho, estoy como Diego Armando: confundida.
Si ya de por si política y vida andan últimamente por caminos separados, lo que observado hasta ahora, agudiza peligrosamente la lejanía entre políticos y ciudadanos. Todo contribuye en exceso a confundir, desalentar y me atrevo a afirmar, a enojar al ciudadano. Hay que corregir este camino pronto para tratar de que candidatos y ciudadanos se miren a los ojos y hablen de lo que importa.
A pesar de todo, les deseo feliz presentación oficial de candidaturas. Espero que esta gala termine pronto y comience cuanto antes el trabajo pendiente detrás de las bambalinas de las listas que nos espera a todos.
En el fondo, señores candidatos, para eso les votan y luego les pagan los ciudadanos.