El Gobierno y los 'vaticinios apocalípticos'

Justo ayer, cuando los españoles tratábamos de digerir como mejor podíamos la cifra de 4.010.700 de desempleados, la Vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega fiel a la tozudez y ceguera en la que vive instalado el gobierno, volvió a insistir en no hablar de “dramas” y “vaticinios apocalípticos”. Colas de desempleados en MadridLa Vicepresidenta afirmó también que el gobierno es “consciente” de la situación que atraviesa ese “gran número” de familias. Estimada Vicepresidenta: ser “consciente” no es suficiente. No queremos un gobierno “consciente” de los problemas, queremos un gobierno “consciente” de ellos y que los resuelva; un gobierno responsable y eficiente. Es lo mínimo que los ciudadanos tenemos derecho a exigir de nuestros dirigentes.

Esas 4.010.700 personas tienen nombre y apellido. Es la cifra de desempleados más alta desde 1976. De ellos, un millón de hogares tiene ya a todos sus miembros sin empleo. ¿Drama?, ¿vaticinio apocalíptico?: hagan el favor de no insultar a la ciudadanía. Esto es de vergüenza, de salir a la calle y no parar de pedir dimisiones y resultados efectivos que consigan frenar la emergencia en la que vivimos. No podemos esperar más; yo prefiero sin dudar la “Apocalipsis”  de un gobierno a la de un país entero. .

Desde que estalló la crisis internacional escuchamos con asombro las ingenuas declaraciones del gobierno: “que si ya hemos tocado fondo, que toda la culpa es de la crisis de fuera, que el mes que viene los indicadores ya repuntan”. Esto se parece al cuento del “pastor y el lobo” pero en sentido inverso: aquí hay un pastor (el gobierno) que grita cada semana que el “lobo” (lo peor de la crisis) ya se ha ido y mientras las “ovejas” (los ciudadanos) seguimos “muriendo” presas de las fauces lobeznas. De tanto repetirlo nadie cree ya, que el “lobo” por fin se vaya.

Cientos de voces “gritan” a Zapatero y sus ministros que el modelo productivo y el mercado de trabajo deben ser reformados con urgencia. Muchas son de la oposición, es cierto, pero otras tantas son de socialistas de tanto prestigio, por citar sólo algunos ejemplos, como las del propio Felipe González, el Gobernador del Banco de España o el ex ministro de trabajo Carlos Solchaga. Zapatero mientras tanto se aferra inmovilizado a “tocar fondo y repuntar” o a “proteger a los que caigan en desgracia”. Así va pasando el tiempo y cada día 9.000  nuevas personas ingresan a las filas del desempleo. Este es el modelo social del señor Zapatero, uno que a mí me recuerda mucho más a algún tipo de “resignación cristiana” que a una activa y dinámica política de izquierdas.

La peligrosa ecuación en la que está ingresando España, tiene dos ejes principales: uno el desempleo, otro el gasto público y la deuda que crece cada día. La factura va a ser muy cara y como siempre la pagaremos los ciudadanos.  Es absolutamente injustificable que el Plan estrella de nuestro gobierno sea una serie inconexa de medidas menores que básicamente tienen como único objetivo gastar una barbaridad  y conseguir únicamente puestos de trabajo temporales y de impacto limitado. Del largo plazo, de las soluciones para siempre, mejor no hablamos. Esa es la triste realidad en la que nos encontramos.

La crisis es mundial, es cierto, pero España – como cualquier país – tiene sus propias características: somos un gran creador de empleo en tiempos de bonanza y el “mejor” destructor en tiempos de crisis. Nuestro modelo productivo es de escaso valor añadido y muy sensible a los cambios de demanda. Necesitamos con urgencia ganar productividad y competitividad. Diseñar e implementar un plan integral enfocado a estas cuestiones, no es sólo necesario, es urgente e imprescindible; todo el mundo se lo grita al gobierno, mientras este continúa haciendo “oídos sordos”.

La “flexibilidad laboral”, eso que tanto escandaliza a tanto falso progresista que anda suelto, no tiene porqué implicar ataques contra los trabajadores. Unificar tipos de contratos (tenemos 17 modelos diferentes), agilizar los trámites y la justicia en lo referido a cuestiones laborales, minimizar el desempleo estructural o crear prestaciones que promuevan la formación de los asalariados y no sólo el asistencialismo, son algunas de las muchas medidas que podrían tomarse; todas ellas van a favor de los trabajadores.

El gobierno también olvida que mientras el desempleo aumenta el consumo y la inversión privada se reducen. El Estado por tanto, se ve obligado a acrecentar su intervención provocando el aumento del déficit y la deuda. Se nos acaba el tiempo y el margen para seguir utilizando medidas estatales de protección en el corto plazo; plantearse la forma de garantizar la viabilidad del sistema en el medio y largo plazo, no es sólo deseable, es una urgencia. Es duro oírlo, pero hay que decirlo alto y claro.

La verdadera razón que inmoviliza a Zapatero y su gobierno es el pánico que sienten ante una hipotética ruptura de eso que llaman la “paz social”. Nuestro Presidente, bien por torpeza o por cobardía, cree que continuar poniendo parches a una auténtica bomba de relojería como es la de este brutal desempleo, le librará de algo que muchos ya consideramos inevitable: que sindicatos, trabajadores y la ciudadanía entera acabemos echándonos a la calle a gritar al gobierno que para variar, “haga algo eficaz y si se puede, inteligente”. 

Es tiempo de los valientes, de los decididos. Ni sé ni me importa si estos tienen que ser de “izquierdas” o de “derechas”. Lo único que me quita el sueño es detener y remediar sin más demora,  esta travesía del desierto por la que transitamos. Señores políticos: asesinen ustedes la “ideología” y den a luz la inteligencia, la gestión y la eficiencia.

Estimados Presidente y Vicepresidenta: esto no es un “vaticinio apocalíptico”; los españoles nos estamos jugando demasiado, quedan ustedes avisados.