Así empieza la alabanza que la Iglesia Católica usa en la Liturgia de las Horas o en festividades solemnes como puede ser un 25 de Mayo o un 9 de Julio. Grandes compositores de todos los tiempos la han aprovechado para elaborar exquisitas piezas musicales para coro y orquesta. En mi caso, inmediatamente me viene a la cabeza el Tedeum de Antón Brukner, que -en la inolvidable época estudiante universitario en Buenos Aires en los 70- cantábamos en el Coro Lumen, creado y dirigido por el querido maestro Eduardo Storni, experto en el compositor austríaco. Pero este no será un comentario musical.
De hecho, si la relación de Néstor Kirchner y de su sucesora con la jerarquía eclesial no hubiese sido conflictiva y mal manejada (como tantos temas a la vista), a lo mejor ni estaría haciendo esta columna. En el contexto actual es tan grande el nivel de sensibilidad del matrimonio presidencial y sus adyacencias, que todo lo que se haga o diga afecta la visión unilateral -y paradójicamente mesiánica- de la realidad, que los caracteriza. Las virtudes cívicas de diálogo, persuasión y temperancia no existen en la jerga política de los Kirchner.
La Presidenta no viene a Salta a ofrecer, maternal, su visión del federalismo; tampoco a instalar oficialmente las bondades del pacto social que -a contramano de la historia- auspicia con la secreta esperanza de bajar la inflación. En verdad viene a un acto partidario de connotación federalista, que tendrá en el Tedeum la parte de un protocolo ineludible; eso por un lado. Por otro, a lo mejor quiera recuperar el tiempo perdido por su marido con respecto de Salta. A la módica hora y media que nos dedicó la vez anterior, ahora sumará otras cinco horitas y así hasta equilibrar el desfasaje de visitas a otras provincias. Perdono pero no olvido: sigue pareciéndome ofensivo el desplante que nos propinó NK en sus cuatro largos años de mandato (lo traté en No viene, finalmente , Redacción, 22/09/07).
En la otra oportunidad dejó apenas un millón para paliar los desastres del Pilcomayo desbordado. Ahora ¿qué dejará? Al parecer, aparte de anuncios de ocasión, lo central quizás sea la propuesta de un Programa del Bicentenario pero bajo su paraguas, que lanzará desde las escalinatas del Monumento al Gral. Güemes. La verdad que me huele más a pulseada feroz con quienes harán el otro acto en Rosario. La anunciada venida de huestes afines ¡con cada comandante a la cabeza! en típica movilización de campaña electoral, desluce cualquier invocación a la unidad nacional, que no se construye de esta manera, precisamente.
Y lo que presenciaremos no pasa por la tangente de haberse ido de Buenos Aires para que no la destraten. Al fin y al cabo, la pregunta no es dónde se hace el Tedeum sino dónde debe estar el presidente argentino en turno cada 25 de Mayo. Un/a presidente/a puede viajar a las provincias cuantas veces quiera, pueda y deba (ya está visto que a NK no le interesó la nuestra), pero de allí a pretextar con esta salida una reafirmación de federalismo En efecto, la defensa del federalismo real pasa hoy por un desarrollo integral y equilibrado de las regiones de un país dramáticamente desproporcionado, por la ley de coparticipación, por la definición de prioridades y tantos otros ítems imprescindibles a la hora de gobernar con la mirada puesta en el largo plazo y el bien común. La historia nacional lo está reclamando a los gritos y este el momento de llevarlo a la práctica.
No creo, por otra parte, que a los Kirchner les desvelen las críticas del cardenal Bergoglio o de cualquier otro prelado de la Iglesia. Del mismo modo, no creo que éstos -ni nadie- estén conjurados para castigarlos, maltratándola ahora a ella en público como si fuera un mal alumno. (Tengo en mi archivo la famosa homilía del arzobispo de Buenos Aires, cuando el Tedeum del 2006, cuya relectura es imprescindible en los tiempos que corren: hay que ser muy necio -o soberbio- para considerarla ataque personal). Simplemente no las críticas sino las propuestas contrarias, las visiones distintas, las opiniones diferentes, son las que incomodan; mucho más cuando éstas poseen sustento fáctico.
En fin, en este penoso cuadro de la Argentina bicentenarium adveniens, ella blandirá el dedo omnímodo desde la tribuna salteña, el cardenal Bergoglio aleccionará al jefe Macri y el campo dirá lo suyo en el Monumento de la Bandera. Termino con tres citas. La primera es del capítulo I José B. Gelbard hacedor de zozobras (Daniel Muchnik, De Gelbard a Martínez de Hoz, el tobogán, Ed. Ariel, Buenos Aires, 1978), con simetrías que pasman, en especial el parágrafo 9 titulado Marginalidad para el campo: le quitan sus ingresos. La liquidación ganadera. La otra, con la que me identifico, está en Buenos Aires y el país, de Félix Luna (cap. III La hermana mayor, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1982), cuya lectura me parece imprescindible en estos días, en particular para Pignas porteños y provincianos que revisan nuestra historia patria con un solo ojo. La última es de Marx (Carlos, no Groucho) por aquello de la tragedia y la repetición de la historia.