Un ejemplo a imitar

Con motivo de la triste noticia del fallecimiento de la madre de don Juan Carlos Villamayor, veterano político salteño que, durante un tiempo, ejerció la intendencia municipal de la ciudad de Salta, ha llamado la atención de esta redacción la sobriedad de la esquela fúnebre publicada por el actual ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de Salta Nicolás Juárez Campos. Nicolás Roberto Juárez Campos, ciudadano y ministroLa esquela en cuestión -que también puede consultarse en la sección obituarios de este Portal de Noticias- dice: "Nicolás Roberto Juárez Campos y familia participan con dolor el fallecimiento de la madre de su amigo y compañero Juan Carlos Villamayor y acompañan a sus familiares en tan doloroso momento rogando oraciones por su eterno descanso".

La sencillez comunicativa de la esquela del ministro revela que el ciudadano Juárez Campos no necesita acudir a los avisos de pago para que su nombre y su cargo aparezcan unidos en letras de molde.

Como venimos denunciando desde hace tiempo, el régimen anterior impuso la (mala) costumbre de las esquelas "oficiales" en donde más que honrar al difunto se rinde pleitesía a los vivientes.

Mientras en el mundo civilizado los obituarios acostumbran a recoger los títulos y honores del fallecido, en Salta las esquelas (las oficiales y las no oficiales) sirven para expresar los títulos, cargos y honores de los que aún viven.

Algunas, por exagerar, parecen un auténtico currículum vitae. Otras, cuando involucran a nuevas generaciones de la familia del doliente, parecen un sucedáneo de la sección "nuevos profesionales" de tan rancia tradición en nuestros medios de prensa gráficos.

Paradójicamente, la obsesión por figurar, que trasuntan las esquelas salteñas, contrasta con la costumbre, igualmente discutible, de ser citados en los avisos fúnebres con apodos e hipocrísticos de dudosa presentabilidad, como Pancacho, Loro, Porota, Chumuca, Tatín o Pirincho, por citar sólo a unos cuantos.

Todavía no se ha estudiado suficientemente en Salta el valor periodístico y comunicacional de la sección de avisos fúnebres de los periódicos, como se ha hecho en otros lugares del mundo. Pero si alguno de los expertos en esta materia acertara algún día a revisar nuestras esquelas, encontraría, con toda seguridad, materia abundante para un ensayo de psicología social.

Por de pronto, con sólo rastrear las repetidas menciones a las "fieles servidoras" y a los "hijos en el cariño", y establecer las correspondientes conexiones, se podrían elaborar interesantísimas teorías "de clase", cuando no reformular todo el mapa genealógico de nuestra sociedad tradicional.

Por eso nos congratulamos de que los sentimientos del señor Juárez Campos no hayan requerido, para ser expresados, ni de la mención de su condición de abogado y, menos aún, de la de su (transitorio) desempeño del cargo del ministro.

Sólo las familias de los fallecidos saben hasta qué punto la inflación de títulos y jerarquías en una comunicación de este tipo deshumaniza a quien las emite.