Sergio Poma: Estamos Todos Solos

La prematura muerte de Sergio Poma ha desatado un saludable aluvión de crónicas laudatorias, bien merecidas sin dudas, pero que en su mayoría se han limitado a destacar las virtudes del extinto como periodista arrojado y enemigo de la corrupción del poder más poderoso de Salta. Sergio Poma y Luis Caro Figueroa en Canal 11 de SaltaSergio era, si se me permite expresarlo, mucho más que un periodista embanderado o un hombre público etiquetado a la ligera como el nemesis de la corrupción política. Fue un luchador contracorriente al que siempre le gustó pisar terrenos difíciles y moverse por ellos con una firmeza y una seguridad que aún sigue despertando celos y envidias en el común de los mortales.

Sergio no hubiera abrazado la profesión de comunicador sin antes haberse planteado, y muy seriamente, desembarcar en este oficio para dejar su sello personal y para transformar a fondo una actividad lastrada por el provincianismo y muchas veces también ensombrecida por la chabacanería, la falta de profesionalidad y el mal gusto.

Apasionado como era, eligió un lugar para expresarse y lo convirtió en su trinchera. No tenía enconos personales; sólo un corazón abierto y sensible al que seguramente la injusticia y la prepotencia le hicieron mucho daño.

Conocí a Sergio Poma cuando no era periodista ni planeaba serlo. De hecho, a veces temo que mi insistencia en "lanzarlo" a la televisión salteña, allá por 1984, haya constituido un empujón para que Sergio abandonara lo suyo -que era la música y el espectáculo- por el duro oficio de periodista.

Lo conocí desbordante de energía, lleno de ideas y dotado de una especial capacidad para llevarlas a cabo. No eran épocas fáciles. La dictadura y la guerra habían marcado ya a toda una generación, y Sergio y yo vivimos aquellos momentos con intensidad y sin indiferencias cómplices. De hecho, nuestro primer encuentro se produjo a causa de un festival solidario que, junto a Jorge Gerstenfeld, estaba organizando para unos días antes de que se produjera la caída de Puerto Argentino, en junio de 1982. Nos unió entonces nuestro común rechazo a la guerra y nuestra vocación democrática y solidaria.

Sergio no sólo fue mi representante y mecenas artístico; fue mi consejero, mi protector en momentos difíciles, mediador en disputas con alguna novia que me seguía por los escenarios y la persona que con sus convocatorias artísticas permitió que pudiese terminar mi carrera universitaria. Pero no fue generoso solamente conmigo: lo fue también con un numeroso grupo de artistas a los que promocionaba sin mezquindades y hacía respetar en todos los lugares y circunstancias. Su sensatez fue, para mí por lo menos, un poderoso antídoto contra la vanidad y la opería que suelen nublar el entendimiento de un joven cuando se escuchan aplausos y ovaciones muchas veces inmerecidos.

A Sergio le gustaba presentar mi actuación y estoy seguro de que disfrutaba de mis canciones. Se había empeñado en sustituir mi nombre artístico de "Luis Caro" por el de "Luis Caro Figueroa" y en convencer al público de que estaban frente a un "brillante estudiante universitario" cuando luchaba yo por aprobar Contratos.

Fue él quien me permitió "romper moldes" y subir a los escenarios salteños para cantar canciones en inglés, en francés, en portugués o en italiano, y a hacerlo sin complejos aun cuando la pueril anglofobia que siguió a la guerra de las Malvinas había arrinconado al idioma inglés como vehículo de cultura.

Como en muchos otros momentos, Sergio se jugó conmigo una "carta brava" porque sabía que ese "Sinatra de andar por casa", que era yo, no le iba a defraudar. Con la misma valentía con que décadas después enfrentó a la corrupción organizada a cara descubierta, saltó al escenario de la antigua Peña Española para defenderme ante el ataque irracional y xenófobo de un galaico un poco rústico al que le pareció "agraviante" que en aquel sacro recinto de la hispanidad se cantara en inglés y en francés.

De aquel episodio recuerdo la viril respuesta de Sergio, que invitó al ofensor a olvidar las viejas rencillas imperiales de la época de la Armada Invencible y la batalla de Lepanto y mirar hacia el futuro. La erudita defensa de mi amigo fue, en cierto modo, demasiado castigo para aquel labrador emigrado al Valle de Lerma desde la humilde Armuña de Almanzora.

Sergio solía pedirnos, a René Rivas y a mí, que cantásemos algunas canciones especiales que sabíamos le traían buenos recuerdos. René, por ejemplo, solía complacerlo con una versión exquisita de "A modo mío", la estupenda canción de Claudio Baglioni.

Y a mí, cuando la emoción se lo permitía, me pedía una muy triste balada de Boz Scaggs titulada "We're All Alone", que en castellano significa "estamos todos solos".

Después de 25 años y luego de enterarme en mi lugar de residencia del fallecimiento de mi amigo Sergio Poma, decidí grabar en su homenaje esta versión de "We're All Alone" que deseo vivamente compartir con Noemí Solé, con sus hijos y con todos los usuarios y lectores de Iruya.com.

Lo hago porque estoy convencido que tras la partida de Sergio Poma, todos estamos un poco más solos.

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Homenaje a Sergio Poma