
Otra cuestión, íntimamente ligada a la anterior, es la falta de diálogo en el contexto actual de la República Argentina atomizada, en la cual los dos partidos mayoritarios fragmentados dirimen sus disputas internas en las elecciones generales. El regreso de Cobos al radicalismo después de todo lo que dijeron de él; la renuncia de Kirchner a la presidencia del PJ y la casi segura dimisión de Scioli, horizontalizando la conducción pejotista, son la prueba. Con partidos debilitados, vaciados de contenido, convertidos en meras empresas electorales que agotan su significancia al día siguiente del comicio, el diálogo ad intra se hace igualmente difícil. Convengamos que así como la sociedad necesita que toda su dirigencia se comprometa en un diálogo franco y sin dobleces, también es importante que los partidos políticos y las organizaciones sociales de todo tipo también asuman igual actitud. La falta de diálogo es apenas la punta de un iceberg, cuyas dos terceras partes está constituida por todos los desaciertos cometidos en veinticinco años de democracia.
En Argentina hemos empezado a practicar por estos días una nueva disciplina, la dialogogía. ¿Es esta otra manifestación del principal deporte político argentino, huir para adelante? ¿Un mero ganar tiempo para retocar algunas cosas antes de que cambie la composición del Congreso y el gobierno pierda la automaticidad de los brazos adictos? Cómo habrá sido de importante y necesaria la convocatoria presidencial, que el diálogo ha sacado a la Influenza A de la primera plana de los medios. Estamos todos persuadidos que éste es consecuencia de un fracaso electoral y en lo particular no me angustia: realmente necio hubiera sido el gobierno nacional si no aprovechaba el traspié electoral de NK para empezar a hablar con la oposición y con los sectores sociales hartos de un estilo confrontativo, esencia del anti-diálogo. Por eso preocupa más que la calidad del diálogo que se está desarrollando, acotado a la reforma política para el ministro Randazzo, cómo sigue esta vaina. La cantidad y calidad de problemas irresueltos está indicando a las autoridades que será inútil acotarlo a ese solo asunto, ya que la sociedad está reclamando incorporar a la agenda temas acuciantes, que van desde rediscutir las retenciones al campo hasta la siempre postergada coparticipación federal de impuestos o los números del INDEC. ¿Qué irá a resultar de todo esto? Nadie lo sabe y por eso mis razonables dudas: no sé por qué estos muchachos me recuerdan permanentemente el cuentito del alacrán que pedía ayuda para cruzar un arroyo.