Mis diez razones para no creer en el Plan Estratégico de Desarrollo de Urtubey

En un artículo muy reciente, publicado por Iruya.com, el doctor Gustavo Barbarán ha expresado su autorizada opinión sobre la iniciativa del gobernador de Salta de formular un "plan estratégico de desarrollo"; tal el nombre con que el gobierno ha designado al proyecto que, a pedido suyo, será elaborado por la Escuela de Negocios de la Universidad Austral y por la Fundación Salta. Nikita Khrushchev y Jozif Stalin planificando la economía soviética en 1936Me atrevería a decir que las valoraciones que efectúa Barbarán en su artículo representan un mejoramiento sustantivo de la pobre presentación que del mismo proyecto hizo en su día el gobernador de Salta. Es decir, que las razones y los fundamentos que Barbarán recoge y aporta en su escrito, suenan de algún modo más creíbles que la retahíla de argumentos vacíos e inconsistentes que ofreció el gobernador Urtubey, en un discurso en el que probablemente no hizo otra cosa que desdibujar el anhelo de una Salta desarrollada, con equilibrio y justicia.

Debo decir también que, a pesar de la mayor enjundia política e intelectual de la opinión de Gustavo Barbarán sobre el PED del gobierno, esta iniciativa no termina de convencerme por varias razones.

La primera, su prematuro anuncio, que sólo se explica por las urgencias propias de los tiempos electorales. El plan aún no existe, porque no ha sido formulado. Sólo se han hecho públicas su metodología y -por así decirlo- su "autoría intelectual". Lo demás no son sino especulaciones en torno a una planificación cuyos contenidos sustantivos y puntos concretos realmente se desconocen.

La segunda, el hecho de mi profundo descreimiento acerca del "venturoso destino" de Salta por su privilegiada posición en el mapa de la región. No creo en los determinismos geográficos de ninguna naturaleza y no creo, por tanto, que Salta vaya a progresar o a hundirse por sólo el lugar en que se encuentra emplazada, es decir, sin contar con el talento de sus ciudadanos y el acierto de sus gobernantes. Pienso que todas estas cuestiones "geoestratégicas" están sobreimpregnadas de elaboraciones teóricas decimonónicas y que los mecanismos de la globalización política y económica, fenómenos propios de finales del siglo pasado y comienzos del actual, han convertido a aquellas teorías en auténticas antiguallas intelectuales.

La tercera, mi convicción de que el desarrollo de Salta no es una tarea que pueda acometerse sin resolver previamente el principal problema de nuestra Provincia que no es otro que la falta de cohesión social y territorial. No hablo, como se podría suponer, de acabar con la pobreza, porque una meta como ésta no ha podido ser alcanzada ni en los países más avanzados del mundo. Hablo de un proceso previo a cualquier "desarrollo estratégico" que reduzca las clamorosas desigualdades -sociales, territoriales, de oportunidades, etc.- que impiden la formación y el crecimiento en Salta de un "sentimiento de pertenencia" a un espacio y a un tiempo común, o de una "identidad compartida", los que considero requisitos básicos de cualquier empresa colectiva. Mientras más desiguales seamos los salteños, menos nos sentiremos parte de una misma realidad.

La cuarta es que cualquier aumento de la riqueza al que se le pueda dar el nombre "desarrollo", sin una política previa de reducción efectiva de las desigualdades, no hará otra cosa que profundizar estas últimas, es decir, ralentizar todo el proceso o mantenerlo siempre más cerca del punto de partida. Sólo los conservadores que sustentan una idea unilineal de la sociedad (y mi impresión es la de que el gobernador de Salta es uno de ellos) creen que primero hay que crecer o desarrollarse para después distribuir. Ésta es, sin dudas, la mejor receta para perpetuar las desigualdades.

La quinta es que antes de plantearse una estrategia de desarrollo se debe pensar en perfeccionar los instrumentos que la política pone a disposición de los ciudadanos para redistribuir la riqueza, que son pocos y bien conocidos: el empleo (el salario), el sistema fiscal y el sistema de seguridad social. Antes, mucho antes, de soñar con alianzas supranacionales impracticables y proclamar la existencia de espacios geográficos tocados por la mano de Dios, de "tierras prometidas", se debe de tener los pies en la tierra y pensar que si el 60% de los salteños que trabajan lo hacen en negro, es decir, sin protección social ni derechos laborales, el día que haya más riqueza, este porcentaje pasará con facilidad del 60 al 80%. Debemos pensar que si los niveles de evasión impositiva son altos en una sociedad en la que no ha existido nunca una cultura de la solidaridad tributaria, aquellos niveles se elevarán de forma importante frente a la eventualidad de una hipotética "avalancha de riqueza". En Salta no están sentadas, ni remotamente, las bases para una lucha sostenida por la equidad en materia fiscal, salarial y de prestaciones sociales.

La sexta razón es que la planificación a largo plazo sólo cobra sentido en un contexto de gobiernos largos y uniformes, es decir, en el marco de sistemas políticos en los que la alternancia política no constituye un valor superior, o en los que -constituyéndolo- se prima la continuidad, atravesando los mandatos y estilos de mando, de determinadas políticas de Estado. La lógica republicana indica que el gobernador debió de haber formulado este plan en 2007 para ganar con él las elecciones y cumplirlo dentro del límite de sus cuatro años de mandato. Al haberlo hecho casi al segundo año de su gobierno, y al presentarlo como un plan "de largo plazo", el gobernador está condicionando su aplicación o su viabilidad a su permanencia en el cargo por más de un periodo, una circunstancia que no debe decidir él, ni su plan, sino los ciudadanos de Salta.

La séptima razón es histórica. Aun desde antes de que el gobernador de Salta naciera, vengo escuchando hablar de los "tesoros ocultos" de Salta, de la "perfidia del puerto" como explicación única a nuestros atrasos estructurales, y de las promesas -que nunca han pasado de ser sólo eso: promesas- de los zicosures, los nortesgrandes, los geicos, las ferinoas y de toda una serie de experimentos grandilocuentes cuyo mayor logro hasta el presente ha sido alcanzar la yuxtaposición teórica de varios modelos de subdesarrollo, o para mejor decir, la elaboración colectiva de un completo catálogo de frustraciones compartidas. En un mundo transformado sustancialmente por la explosión de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación, como salteño aspiro a que nuestras "metas estratégicas", sin desmerecer a nuestros vecinos, apunten a California, a Cataluña, a Nueva Inglaterra, a Renania Westfalia o a cualquier otra región del mundo que pueda, no sólo enseñarnos a desarrollar nuestro bienestar material sino también a mejorar la calidad de nuestro sistema político.

La octava razón está relacionada con los partners que ha elegido el gobierno de Salta. Con esta elección ha quedado de manifiesto que el PED, en la más feliz de las hipótesis, tendrá un marcado sesgo economicista. Aun dentro de la iglesia católica, que es en donde Urtubey se ha buscado a sus socios intelectuales, estamos hablando del IAE de la Universidad Austral (un centro de formación en negocios puros y duros) pero no de Cáritas ni de la Pastoral Social. No existe por el momento ningún indicio de que el futuro PED salteño cuente con aportaciones del mundo sindical, de los consumidores, o de las organizaciones no gubernamentales que luchan en Salta contra la pobreza y otras lacras sociales. La elección de la UA, finalmente, hace que nos preguntemos por la utilidad de los estudios económicos y sociales de las universidades de la región, las que tampoco -al parecer- serán consultadas.

La novena razón es que las planificaciones rígidas corren el riesgo de estrellarse al más mínimo desvío del rumbo. Si yo fuese el gobernador de Salta y tuviese que optar entre la planificación a largo plazo y otra forma de resolver los problemas estructurales de la Provincia, me conformaría con crear en Salta las condiciones para que nuestra economía y nuestra sociedad fuesen capaces de adaptarse con velocidad y eficacia a los profundos cambios que experimenta el mundo en ciclos cada vez más cortos. En otras palabras, desecharía la planificación centralizada, entendida como una "hoja de ruta" más o menos inmodificable, y estimularía en los agentes económicos y sociales (incluido el Estado) una cultura del cambio permanente que les permita adaptarse a diferentes escenarios y brindar respuestas siempre eficaces frente a los desafíos que cambian constantemente. Apostaría, en resumen, por enseñar y aprender a descodificar las incertidumbres del mundo moderno y a sacarles el máximo provecho. Dicho en términos psicológicos, la formulación del plan es claramente una actitud "reactiva", mientras que la apuesta por la adaptabilidad a los entornos cambiantes es una actitud "proactiva".

La décima razón es un poco menos razonable y más pasional: El gobernador Urtubey no me convence, y creo que, como a mí, tampoco a miles de ciudadanos salteños. Ha presentado su plan de desarrollo como un "legado intelectual" de su gestión, pero es ya mucha la gente que, si le dan a elegir qué cosa les gustaría que Urtubey dejara a los salteños, dirían que prefiere que deje su cargo. Cuando le toque, claro está.