
También hemos advertido alguna otra vez que un plan geoestratégico salteño debe necesariamente estar vinculado de alguna manera al plan geopolítico nacional, que no existe. Y esto no deja de ser una limitante porque los desaciertos políticos, económicos y sociales desde que recuperamos la democracia para siempre, han atomizado a la Argentina y nos han puesto varias veces al borde de la disolución nacional. No hay en esto ninguna intención apocalíptica, pero no se puede negar que la pobreza y la desesperanza nos rodean y todos los días golpean las puertas de la política. Peor aún, desde que asumió Néstor Kirchner hasta ahora no hemos hecho más que mirarnos el ombligo. Nunca más necesaria aquella frase de Arturo Frondizi, cuando acreditó que la diferencia entre un estadista y un político es que el primero mira a la próxima generación y el otro a la próxima elección. Y así venimos a los tumbos. Lo revela en estos días la endeblez de los mensajes de los candidatos locales y nacionales, en materia de propuestas: no logran mirar más allá de la coyuntura (¿por qué será que se acuerdan de la pobreza y de las pymes sólo en las campañas?).
No tenemos por qué dudar de la buena intención del gobierno salteño, pero llama la atención que se haya elegido la vía comentada mientras duerme en la legislatura el proyecto de ley de creación del Consejo Económico y Social. Algún día los legisladores provinciales, que son prácticamente los mismos desde hace años, tendrán que rendir cuentas sobre por qué han cajoneado la iniciativa desde la reforma de 1986. Ese organismo, previsto en el art. 77 de la Constitución de Salta, es el que debe elaborar planes económico-sociales, culturales, científicos y tecnológicos. Nuestra Carta Magna prevé la figura como representativa y abarcadora de todas las clases y sectores sociales.
Bienvenida la Universidad Austral, pero también hay dos universidades locales, consejos profesionales, gremios de trabajadores y empresarios. Enhorabuena que la prestigiosa Fundación Salta se sume al proyecto y que el gobierno se avenga a acompañarlos, pero es imprescindible abrir aún más el juego, potenciar debates, vertebrar consensos, para que el plan en cuestión no deje a nadie afuera, por acción u omisión, ni aproveche a los vivillos que hicieron de la política la continuación de los negocios por otros medios.