Lo único real de estas elecciones

Quizá Sandra Mendoza, la esposa del gobernador del Chaco y a partir de hoy ex ministra de salud, sea el máximo emergente de personas que nunca debieron ocupar un cargo público. Las similitudes se repiten sin remedio; cónyuges, parientes cercanos, amigos, y hasta socios en la vida, se convierten en políticos. Lo cual hasta allí no es tan serio, ya que para ocupar un cargo público, todavía les queda el camino electoral. Sandra Mendoza, exministra de salud del ChacoLo institucionalmente grave comienza cuando estos cercanos, en ocasiones sin ninguna profesionalidad en el cargo que van a ocupar, se convierten en funcionarios: asesores, ministros, secretarios o “ñoquis”.

Asesoran a diputados y senadores en cómo gastar los fondos reservados, los pasajes aéreos y los viáticos, que la sociedad paga. Forman ministerios de los negociados y la corrupción, en una verdadera asociación ilícita, con los funcionarios ejecutivos que los nombraron. Los secretarios, en muchos casos sólo son útiles para eso, para guardar secretos. Y en el caso de los ñoquis, tan sólo perduran, trascurren en un puesto por el que cobran pero no trabajan.

Hay otras conformaciones, corporativas y en ocasiones hasta mafiosas, en los sectores sindicales, gremiales o en estructuras no-gubernamentales. Pero esto no es excepcional, con respecto a la Argentina y en muchos países del mundo sucede lo mismo. Sin embargo, nunca en el grado que pasa aquí. Lo que en el mundo es la excepción, aquí es la generalidad. Desde las más pequeñas unidades de gobierno, cuanto más pequeñas, a veces más clientelistas y corruptas. Y hasta el más alto nivel de gobierno nacional, todos se muestran como núcleos irreductibles de poder político y económico.

Nadie entra en ellos, salvo que al grupo le convenga y el que sale paga con campañas de difamaciones o de verdades, que para el caso es igual. Las agrupaciones políticas, que de los tradicionales partidos mayoritarios utilizan tan sólo la “marca”. Se conciben en realidad como proyectos económicos y no políticos.

Es cuantitativamente mayor esta tendencia en todos los “peronismos” conocidos y es aislada, pero también aparece, en el radicalismo, el socialismo y los partidos de izquierda. Los de derecha por su parte siempre se asocian en forma evidente o no al poder.

En el segundo grupo de partidos, encontramos bases doctrinarias, con profundos y centenarios valores éticos y morales. Pero aveces las necesidades de alianzas, frentes y uniones con otros grupos políticos, los lleva- queriendo o no- a entrar también en ese juego.

Sin embargo los de izquierda y los de derecha, aunque en apariencia antagónicos, en sus alianzas con el poder han capitalizado objetivos económicos. Los primeros a través de hacerse de planes sociales, de vivienda y otros, con su consiguiente clientelismo y los segundos, con contratos, licitaciones y negocios para sus grupos. Dos caras, si bien distintas, pero de una misma moneda.

Así en nuestra joven democracia tenemos como saldo, que tan sólo un presidente y un período el de 1983-89, no tuvieron denuncias de corrupción y el presidente Raúl Alfonsín no fue procesado y ni siquiera denunciado por delito alguno. Y el único momento que estuvo cerca de su propio límite democrático, ético y moral, fue el día del Pacto de Olivos.

Para los otros gobiernos: el menemista, la Alianza y el kirchnerismo, los límites no sólo fueron formalidades corredizas y sin la menor importancia, sino que ellos mismos los crearon.

El primero con el justificativo de la hiper-inflación y la caída económica. El segundo con el pretexto de la recuperación de valores democráticos e institucionales, pero poniendo entre sus filas a personas que carecían de esos valores. Y el que hoy transitamos, otra vez con la economía de por medio, sumando a su vez la distribución del ingreso y el tan mencionado “modelo” que en la vida real, no está por ningún lado.

Hoy con el cierre de las listas a candidatos legislativos, las mezquindades, las conveniencias, las imágenes, las supuestas trayectorias y las reales pertenencias y actitudes, afloran.

La sociedad lo vive con acostumbramiento y resignación. Las discusiones aveces se parecen más a la conformación de una sociedad empresaria, que de un proyecto político. Y la pelea, aunque la apreciación suene ingenua, parece más por el negocio, que por planes de gobierno.

Los argumentos y los contraargumentos son tan básicos y banales, como el hecho de que sean más importantes los nombres de los candidatos, que el de los partidos a los que pertenecen.

En pos del negocio vale todo, candidatos que no van a asumir, otros que renuncian a su función para ser candidatos, los que son candidatos y que de ganar hoy ya sabemos que no completaran su período de función y hasta candidatos presos. En el mensaje de la oposición, todo es válido para ir contra los Kirchner y para los Kirchner también lo es, para defender un modelo que sólo ellos ven.

Pero para la sociedad, ¿Cómo es? o mejor decir, ¿cómo debería ser?

¿Cuántos chicos más van a morir, van a entrar en las drogas, van a delinquir y van a continuar olvidados en la más absoluta marginación? Por que el INDEC, ni siquiera dio el índice de pobreza en los últimos meses. ¿Cuántas víctimas más por epidemias evitables como el dengue habrá, por funcionarias como Sandra Mendoza? ¿Cuánto tiempo más puede esperar el medioambiente? Del cual Romina Piccolotti, con toda su familia y amigos, contratados con sueldos estatales, nunca se ocupó.

La lista de corrupciones y de corruptos, sería innumerable, pero ¿cuánta corrupción más está dispuesta a soportar la sociedad?

Quizá las elecciones, en su idioma de sobres en una urna, nos digan cuánto más pueden soportar los ciudadanos. Y quizá también sea el último lugar verdaderamente democrático que les queda a los que todos los días en silencio, ven atónitos el negocio de la política. Todavía falta el peor y más obsceno tramo del negocio, hasta que cada cual termine en su lugar, en está empresa que han formado dentro del Estado y del Gobierno (que no son lo mismo): la campaña electoral y publicitaria.

En ella la pobre ciudadanía podrá ver cómo se dilapida dinero propio, ajeno y público. En cortos publicitarios millonarios, viajes, prebendas cooptaciones y clientelismo. Mientras los comunes trabajan, los que pueden y como pueden, los comedores comunitarios aveces no tienen que cocinar para los chicos y cuando reciben una donación del gobierno, en ocasiones está vencida.

Si el último rasgo democrático que conservamos, es el acto electoral y todas las demás manifestaciones de militancia y de participación, son nada más que una puja por el poder económico y político. Entonces la sociedad argentina es realmente muy democrática o es muy permisiva.

Por que una elección que se adelantó cinco meses, con el argumento de estar concentrados en los problemas de la gente por la actual crisis internacional. Y que en los dos últimos meses, no se hizo prácticamente nada en tal sentido, muestra una gran irresponsabilidadAdemás teniendo en cuenta que los candidatos elegidos, recién ocuparan sus respectivas bancas el 10 de diciembre. En un lugar como Argentina, en el que seis meses es una eternidad. Los comicios del 28 de junio, son prácticamente virtuales.

Entre las candidaturas testimoniales, la elección virtual, que incluso hoy se habló de “volver a atrasar” (para conveniencia del oficialismo) y todos los negocios y negociados. Es probable que una de las pocas cosas reales que tenga estas legislativas, sea la Gente.