
Si la Municipalidad no se anima a prohibir la prostitución y tolera -además de ésta- otras situaciones incivilizadas como los "cuidadores" de autos o las bicicletas circulando por la izquierda de la calzada, no va a ser ella quien se ocupe de poner freno a una actividad inútil y nociva como la pirotecnia. Y no lo va a hacer, entre otros motivos porque parte de los ingresos de los comerciantes van a parar, por un conducto o por otro, a las arcas municipales.
No faltará, por supuesto, quien piense que los miguelitos, las baterías, los cohetes-fósforo, los volcanes y las cañitas voladoras forman parte de "nuestra identidad cutural", de forma imprescriptible, inalienable, inescindible e ineluctable.
Por estas razones, tal vez, la Municipalidad de Salta se limita a abrir un registro en el que los que "deseen" vender pirotecnia son invitados a anotarse, con unos requisitos verdaderamente interesantes.
Quien quiera vender pirotecnia en el espacio municipal de la ciudad de Salta deberá hacer cola en la Dirección de Espacios Públicos, sita en pasaje Castro esquina General Güemes) y acreditar que sus locales cuentan con certificado de seguridad expedido por la División Bomberos de la Policía de la provincia, póliza de seguro de responsabilidad civil, constancia de propiedad del local y fotocopia del DNI.
La normativa municipal dice que los comercios tendrán que estar adaptados para la evacuación inmediata y segura del personal y de clientes; el techado no deberá poseer cielorraso de telgopor, machimbre, lona, plásticos u otros elementos de fácil combustión y la instalación eléctrica deberá ser embutida.
Ni los polvorines militares, donde se almacenan cohetes de verdad, llegan a cumplir la mitad de estos requisitos. Por lo que es el caso suponer que la pirotecnia más atractiva, que es la más peligrosa, volverá como cada año a circular por el mercado negro y a venderse en mesas montadas al aire libre, en kioscos de los más variados materiales, y esquina por esquina, a lomo de los vendedores ambulantes.