El secuestro, hace 31 años, del ex gobernador de Salta Miguel Ragone, además de una herida abierta, es uno de los miles de crímenes políticos no resueltos en la Argentina. Perpetrado en una época de violencia, permanece envuelto en una controversia crispada que sólo aportó más oscuridad que elementos que puedan permitir no sólo su esclarecimiento, sino que den lugar a un tratamiento tan riguroso como respetuoso y al ejercicio de una crítica comprensiva y superadora.

Así como no puede comprenderse este crimen fuera de su entramado histórico local y nacional, no puede haber esclarecimiento sin una comprensión cabal de esa época dramática. Si se la reconstruye desde la complejidad y se recortan los velos ideológicos, la trama visible suele orientar los pasos para descubrir la trama secreta. La comprensión de este hecho, dentro de ese ciclo impregnado de muerte, es tan importante como el esclarecimiento judicial del caso y, también puede allanar su camino. Este es el texto de aquel artículo, que dio lugar a polémica.
Causalidad diabólica
{sidebar id=9} Asegura León Poliakov que hay una relación entre la visión policíaca de la historia, que imputa todas las desgracias del mundo o de un país a una organización maléfica (brujas, burgueses, inmigrantes, oligarcas, judíos, marxistas, masones, cipayos, sinarquía, curas, etc.), y la seducción que ejerce sobre la mente humana el presunto hallazgo de una causalidad elemental y exhaustiva, equivalente a la causa única y primera (1)
Durante los años 70 en la Argentina, dentro de un contexto marcado por la prolongación de la guerra fría, esa visión policíaca de la historia, combinada con la causalidad diabólica y el odio por ella generado, fue la que presidió las disputas por el poder. El enfrentamiento de supersticiones ideológicas y la lucha armada entablada por el terrorismo y el contra terrorismo, actuaron combinadamente para desalojar del escenario a las ideas, al conflicto y a la confrontación política civilizada.
Para ser completa, semejante visión necesitaba además- identificar al Enemigo, paso previo para su posterior eliminación. Súbitamente la lucha política se organizó en torno a la muerte del enemigo (2) Para ese tipo de mentalidad, el círculo donde anidaba el Enemigo, portador del Mal, era amplísimo, de límites elásticos hasta lo arbitrario. En la Argentina de aquellos años, ese círculo incluía no sólo a los subversivos, sus colaboradores, los simpatizantes, los indiferentes: alcanzaba, también, a los tímidos.
En un clima de ansiedad y de incertidumbre, la superstición puede proliferar a su antojo, anotó James Web. En ese clima predominante en el país durante la década de los 70, era necesario encontrar una causa maligna, señalar las organizaciones que la promovían e identificar al Enemigo como agente portador.
Caza de brujas
Esa identificación era el paso que precedía a la depuración. Salta no fue ajena a ese clima de época dominado por la sospecha y la caza de brujas. Entre 1973-1974, el argumento central y final que usaban los grupos violentos enfrentados en Salta tenía una simetría perfecta.
Mientras la llamada izquierda peronista encolumnada en el grupo Montoneros instaba a defender al gobierno popular presidido por el doctor Ragone, depurándolo de infiltrados de derecha, reaccionarios y traidores, los sectores identificados con la Patria Peronista convocaban a erradicar a los marxistas infiltrados para, luego, derrocar al gobierno provincial.
Desenterrando las oxidadas armas de la Inquisición, pero sin las formalidades del proceso inquisitorial, ambos extremos se colocaban como guardianes de la pureza doctrinaria. La delación se abrió paso en un terreno abonado por la sospecha y el rumor públicos que adquirían fuerza de argumento condenatorio en el por algo será y en el algo habrá hecho. La desaparición forzosa de personas fue la expresión más cruel de esa pedagogía del miedo con la cual una dictadura buscó imponerse, aterrorizando a la sociedad.
Pero la acción de una Inquisición no se despliega en el vacío. Por el contrario, ella ayudó a institucionalizar los prejuicios y actitudes que antes de ella eran lugar común en la sociedad (3) La brutal simplificación ideológica fue acompañada de una intensificación de las pasiones, y ambas marcharon por delante abriendo paso a la depuración ideológica que desembocó en la aniquilación física del Enemigo.
En 1918 los sectores más conservadores de la elite salteña veían en el reformista Joaquín Castellanos a un peligroso bolchevique. A finales de los años de 1930, muchos creían que libro El dogma socialista de Esteban Echeverría era un nocivo libro de catequesis izquierdista.
Fantasma omnipresente
Entre 1958 y 1961 el gobernador constitucional Bernardino Biella soportó una feroz ofensiva de esos mismos grupos que prohijados por el general Landa, entonces jefe de la guarnición local, lo acusaron de filocomunista y contribuyeron a su destitución, por el solo hecho de no pertenecer a la elite de la que salieron casi todos los gobernadores de Salta (incluidos casi todos los del peronismo del periodo 1946-1955)
En septiembre de 1962, otros estaban convencidos de que los militares del sector Azul o legalista, que inicialmente formaron Onganía, Lanusse y los generales salteños Carlos Augusto Caro y Enrique Rauch eran comunistas. Esa descabellada teoría sostenía que el triunfo del sector Azul sobre los militares Colorados más gorilas era una victoria del aparato frondicista comunista y que, el triunfo Azul, ese aparato llevaría al país directamente a la constitución inmediata de un castro-comunismo y mediata del mismo comunismo (4)
Esa era el tono de la prédica de los folletos del sacerdote Julio Meinvielle que circulaban en Salta. Esta Inquisición, reaparecida en los 70, encontró en Salta un terreno roturado y abonado. Para esa mentalidad, cualquier inconformismo e, incluso, el más cauto reformismo, era tenido por comunismo. Un considerable sector de los cuadros militares y las policiales absorbió esa prédica y con sus visiones maniqueas se lanzó a la cruzada contra lo que Meinvielle llamaba el mundo judeo masónico (5) Sin tener en cuenta esto, no se comprenderá cabalmente el porqué, en Salta y Jujuy, hubo más de 310 víctimas de la violencia en esos años.
No se trata de diluir en la sociedad la culpa de lo que sucedió en los años 70, pero tampoco de desvincular totalmente a esa sociedad de aquella tragedia. Menos aún, de trasladar la responsabilidad a la pugna interna del justicialismo local que existió y fue dura, pero que sólo la malévola intención de un represor puede involucrarla ahora en el secuestro del doctor Ragone.
La disputa interna precipitó la intervención federal a la Provincia. Pero fue la represión ilegal la que eligió a Ragone como blanco del secuestro más resonante perpetrado en Salta. Lo hizo para multiplicar el terror advirtiendo que, de un ex gobernador para abajo, nadie podía estar ya seguro ni tranquilo, y que la vida de cualquiera estaba en manos de feroces asesinos encapuchados. La pedagogía del terror debía aplicarse implacable, contundente.
La moderación como cobardía
Habría que remontarse a las primeras décadas del siglo XIX, en el escenario de la Guerra de la Independencia y luego de la Guerra Civil, para encontrar un antecedente parecido de una violencia de tan alta intensidad como la que impregnó a la provincia entonces.
En aquellos años, las opiniones moderadas no eran escuchadas; la sensatez era tenida por cobardía. Como en el peor momento de nuestro siglo XIX, las discrepancias y los matices fueron equiparados a traiciones. El ametrallamiento y posterior allanamiento de la casa de mi padre, siendo Senador de la Nación, fue uno de los precios que él pagó por su condena a aquellas violencias cruzadas y por su firme defensa de las instituciones.
El desprecio a la vida y la ley alcanzó su máxima intensidad. El rechazo a las precarias libertades burguesas se volvió contra quienes las inmolaron en los altares de una liberación nacional que se proponían imponer pisoteando, a partir de la individual, todas las otras libertades.
En el país y en la provincia entonces ocurría lo que en la España del siglo XVI: Estamos pasando tiempos difíciles, en los que no se puede hablar ni callarse sin peligro, escribió el humanista Luis Vives a Erasmo en 1535. La muerte física estuvo precedida por la muerte de las ideas y por la supresión de las reglas de juego de la política.
Dialéctica de puños y pistolas
Plagiando a Mao, Firmenich decía: El poder político viene de la boca de un rifle. El destino de la revolución es la victoria por el camino de la muerte, sentenciaba uno de los protagonistas de una novela escrita a fines de 1970. Inspirado en el fascismo y en el estalinismo, desplegaba la dialéctica del puño y las pistolas. La espiral de violencia llevó a lo que el filósofo francés Bernard Henry-Levy caracterizó como el tránsito de la politización del crimen a la criminalización de la política.
Sólo en un clima de irracionalidad y cacería de brujas pudo prosperar aquella acusación que se hizo al gobierno que presidió Ragone: la de haber montado un aparato plagado de marxistas, lo que era sinónimo de subversivo. El simple repaso de la lista de sus ministros, secretarios de Estado y directores de organismos gubernamentales, refuta esa acusación. Las designaciones que hizo Ragone tuvieron más en cuenta su amistad personal con los nombrados que afinidades políticas.
Esa acusación además de falsa, era excesiva: en Salta nadie podía acreditar sólida formación marxista. Además, las pequeñas sectas de esa confesión habían llamado a votar en blanco en marzo de 1973 agitando la consigna ni votos ni botas. Otras, habían enfrentado al Justicialismo presentando candidatos propios. El izquierdismo universitario recibió con frialdad a Ragone cuando éste visitó la Universidad Nacional de Salta, en abril de 1973. Recién después del derrocamiento de Salvador Allende, esa distancia se transformó en deseo de llegar a un matrimonio de conveniencia.
Campañas de hostigamiento
La campaña de incriminación se fue acentuando no sólo en Salta sino en algunos periódicos nacionales de extrema derecha. En noviembre de 1973 la portada de la revista Cabildo incluyó una foto de Ragone, junto a las de tres gobernadores de la llamada tendencia: Bidegain, Martínez Baca y Obregón Cano. Si estos no son marxistas, los marxistas ¿dónde están?, se leía en el pie de foto.
Con otros argumentos, los medios de comunicación de Salta hostilizaron esa gestión. El hoy diario oficialista El Tribuno aplaudió el golpe de 1976 igual que, diez años antes, había apoyado con entusiasmo el golpe de Onganía. A fines de 1972, Roberto Romero, entonces director de ese diario y recién desembarcado en el peronismo, se alió con sindicalistas y políticos que habían colaborado con la dictadura militar para oponerse a la candidatura de Ragone, intentando fracturar al peronismo salteño.
Durante el proceso la empresa que edita ese diario, ahora repentinamente sensible al tema Ragone y a los derechos humanos, fue dirigida por el general Antonio Luis Merlo designado por Videla como presidente del Ente Autárquico del Mundial 78, tras el asesinato de su anterior titular, el general retirado Omar Actis. Merlo reemplazó luego a Antonio Domingo Bussi al frente del gobierno de Tucumán. En 1984 la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas, denunció a Merlo por enriquecimiento ilícito (6)
Sambenitos y listas negras
Las invocaciones al socialismo nacional por parte de Ragone en su discurso a la Asamblea Legislativa el 25 de mayo de 1973, se limitaban a repetir la deliberadamente equívoca consigna que había utilizado Perón en los últimos años de su exilio en Madrid, reproducida por López Rega en la revista Las Bases, e interpretada a su modo por el aparato paramilitar de Montoneros que la utilizó para oponerla a la patria peronista.
A mediados de 1973 las pintadas en el centro de la ciudad reflejaban ese clima. Enrique Pfister, que salvó su vida asilándose en una embajada, y yo mismo éramos, para unos, zurdos o bolches y, para otros, reaccionarios y fachos, según las preferencias delirantes de las manos que garabateaban las paredes. Aquellas no eran clasificaciones académicas: eran esos peligrosos sambenitos que se colgaban del cuello de los acusados de herejía los que, luego, pasaban a engrosar las listas negras.
La amnesia es una enfermedad. Pero no toda memoria es su remedio. Bajo ciertas condiciones, recuperar el pasado puede ser sano. No lo es cuando ese pasado es sometido a la utilización manipuladora por parte de los que, habiendo callado y consentido entonces, aparecen hoy sobreactuando como justicieros retrospectivos y locuaces. Como dice Ricoeur, en este caso no estamos ante un trabajo terapéutico de la memoria enferma.
Uso pasados sufrimientos
Shelby Steele advierte sobre la tentación de esos brotes justicieros tardíos que tienden a explotar aquel pasado de sufrimientos como una fuente de poder y de privilegio. Añade Todorov que conmemorar a las víctimas del pasado es gratificador, mientras que resulta incómodo ocuparse de las de hoy en día (7)
Resulta grotesco que quienes durante treinta años callaron, ahora alimenten y avalen micro violencias institucionales, los abusos de poder, la mentira y la corrupción, intentando indultar las lacras del presente mediante la obscena manipulación del pasado. A falta de emprender una acción real contra los males actuales, contra el fascismo actual, sea real o fantasmagórico, el ataque se dirige resueltamente contra el fascismo de ayer, dice Eric Conan.
No sólo eso: los dirigentes locales y nacionales del partido al que perteneció el doctor Ragone parecen atacados de amnesia. Olvidan que, durante casi treinta años, el silencio y la soledad rodearon al ex gobernador. Prefieren no explicar los ocultos motivos por los cuales, a partir de 1983, el ahora impugnado ex Juez Federal Ricardo Lona fue ratificado siempre que la Comisión de Acuerdos del Senado trató su pliego. Extraña paradoja: durante años, las llaves de esa Comisión estuvieron en manos de Vicente Saadi, caudillo de la llamada izquierda peronista.
Justicia, verdad y memoria respetuosa deben presidir el tratamiento del caso del doctor Ragone. Sólo así se restablecerá a los desaparecidos su dignidad humana. La vida ha sucumbido ante la muerte, pero la memoria sale victoriosa de su combate contra la nada.
(*) Periodista y ensayista. Fue secretario privado de Miguel Ragone desde el 14 de marzo de 1973 hasta octubre de 1973.
(1) León Poliakov. La causalidad diabólica. Ensayo sobre el origen de las persecuciones. Página 9. Muchnik Editores. Barcelona, 1982.
(2) Eliseo Verón y Silvia Segal. Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista. Página 12. Editorial Legasa. Buenos Aires, 1986.
(3) Henry Kamen. La inquisición española. Página 387. Colección Los Noventa. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Editorial Grijalbo. México, 1990.
(4) Federico Bracht (Julio Meinvielle) La reciente crisis militar y el aparato frondicista-comunista. Folleto publicado por Editorial Huemul. Página 2. Buenos Aires, 1962. En un trabajo editado después de la publicación de la primera versión de este texto mío, Luciano Tanto señala que algunos sacerdotes católicos, como Meinvielle, convocaban en Salta a escogidas audiencias para charlas y cursillos. Conf. Luciano Tanto: "Identidad y progreso en el Norte profundo", incluido en La Provincia de Salta, enfoques y perspectivas. Página 159. Salta, diciembre de 2004.
(5) Julio Meinvielle. La dialéctica comunista y el 18 de marzo (Para uso privado) Conferencia que debió pronunciar el Pbro. Dr. Julio Meinvielle en la Librería Huemul, Santa Fe 2237 el 14 de abril del corriente año (1962) y que fue prohibida por orden del ministro del Interior, Dr. Rodolfo Martínez. Página 16. Folleto mimeografiado. Buenos Aires (circa, mayo de 1962).
(6) Además de estos lazos con las dictaduras argentinas, ese grupo trabó relaciones políticas y económicas con la longeva dictadura de Alfredo Strossner en Paraguay y también la más efímera, pero no menos sangrienta, de Luis García Meza en Bolivia. Tras ser derrocado, García Meza residió en Salta en la casa del editorialista de ese diario, señaló en 1993 Francisco Torres Roncales en su trabajo La conexión argentina con el narco golpe boliviano de 1980. Después de ser exonerados, y en pleno proceso, prestaron servicios en esa empresa los principales integrantes de Contralor General de la Policía de Salta encargado de la vigilancia a políticos y de la represión. Al frente de ese grupo estaba el comisario Joaquín Guil imputado por el asesinato del doctor Ragone.
(7) Tzvetan Todorov. Los abusos de la memoria. Página 53. Paidós Asterisco * 3. Barcelona, 2000.