Salamanca llegó

No nos referiremos aquí a las diabladas de nuestra región, sino a una serie de anécdotas que pudimos recopilar hace unos años cuando fuimos invitados a disertar en la antigua Universidad de Salamanca. Quizá no tengan absoluto rigor científico como todo lo que deriva de la tradición oral, pero sin duda resultan curiosidades dignas de ser contadas. Salamanca monumental vista desde el río TormesAunque los catedráticos que allí consultamos manifestaron su ignorancia, indagaciones posteriores nos permitieron determinar que si bien el nombre Salamanca se remonta a ignotas raíces latinas, hacia el siglo XIV, el vulgo comenzó a identificar la "Salamanca" con la práctica de hechizos y alquimias que presumía se llevaban a cabo en las aulas de la Universidad. De allí que a la mítica "salamandra" (ser fantástico, espíritu elemental del fuego) se la deformara también como "salamanquesa".

Derecho a pataleo


Fray Luis de León (1527-1591) fue rector de esta Universidad, y uno de los más populares profesores: los alumnos pagaban por cada clase y las de Luis de León eran las más concurridas. Las aulas en Salamanca -que aún se conservan como en aquellos tiempos- son inmensas, muy altas, muy húmedas, muy frías. Como las largas horas de permanencia dejaba ateridos a los estudiantes, F. Luis de León inventó el "derecho a pataleo" para que durante cinco o diez minutos los alumnos pudieran zapatear desde sus bancas y entrar en calor.

Como decíamos ayer...


Una tarde mientras se encontraba dando clase, Fray Luis de León fue detenido por orden de la temible Inquisición a raíz de sus ideas un tanto liberales (se había atrevido a traducir el "Cantar de los cantares" al latín). Fue sometido a los terribles procedimientos de la inquisición, hasta que luego de cinco interminables años fue declarado inocente. El retorno de Luis de León a su cátedra (conocida como la de Santo Tomás de Aquino), produjo gran conmoción: ¿qué diría este humanista sobre los cinco años de oprobio? ¿de los cinco años birlados a un inocente?.... Ante el tenso silencio de la numerosa audiencia comenzó diciendo: "como decíamos ayer...".

Estar en Capilla. Por la Puerta Grande.


Dentro de la hermosa catedral salmantina, existe una capilla circular: en el medio una yacente estatua funeraria de algún obispo, a los costados una serie de sillones, al frente -mirando hacia la entrada y casi sobre la cabeza del monumento sepulcral- una modesta silla. La pétrea cabeza del obispo se encuentra brillante y desgastada. En este lugar se daba el examen final para lograr el Doctorado de  Salamanca. Aquí el aspirante aguardaba durante horas que se constituyera la mesa examinadora con todos los profesores que ocuparían los sillones asignados.  En la espera repasaba los libros, sentado en la pequeña silla y apoyando su pie sobre la cabeza obispal: "estaba en capilla".

El pueblo de Salamanca aguardaba ansioso el resultado: si se aprobaba ¡Salamanca tenía un nuevo Doctor¡ que salía por la "Puerta Grande" de la Catedral y era recibido en medio de festejos que incluían el sacrificio de un novillo. Con la sangre del novillo el flamante doctor tenía permitido el honor de escribir sobre las paredes de la Universidad una palabra conmemorativa (creo que generalmente Victoria). Esta costumbre se mantiene, pero -más civilizadamente- se utiliza esmalte sintético rojo.

Pero si no aprobaba... Si no aprobaba, debía salir por una puerta chica, donde también lo esperaba el pueblo, pero esta vez para tirarle huevos, tomates, piedras, etc. porque Salamanca no tenía un nuevo doctor.

De Yakespeare y los vencedores


Otro importante rector de la Universidad de Salamanca fue Don Miguel de Unamuno (1891-1936), quien tenía a su cargo la cátedra de literatura griega.

Durante sus clases al referirse a la literatura a la influencia de las tragedias griegas sobre la literatura inglesa, reiteradamente hacía referencia a Shakespeare pronunciándolo en su fonética española, hasta que un impaciente estudiante lo corrigió a viva voz: "Yekspier, profesor". Unamuno lo miró impertérrito y continuó dando su clase..., en un depurado inglés.

Cuando se produjo la sublevación del Ejército español que encabezó el general, Francisco Franco, Unamuno no tuvo reparos en  censurarlo públicamente y en un acto celebrado en la Universidad de Salamanca, en presencia del general Millán Astray, uno de los sublevados, le espetó: "venceréis, pero no convenceréis". La respuesta del General (digna de figurar en la Historia Universal de la Infamia) fue: "¡Viva la muerte y muera la inteligencia!".